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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 27 DEL TIEMPO ORDINARIO (2.X.2011) - Ciclo A

EL RECHAZO DE DIOS TIENE CONSECUENCIAS

La piedra desechada, es ahora la angular

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«No hay nadie en el cielo, ni Bien, ni Mal, ni persona alguna que pueda darme órdenes. Soy un hombre, y cada hombre debe inventar su propio camino». Esta terrible declaración que Sartre pone en boca de uno de sus personajes, es un alegato a favor de la actualidad del evangelio de este domingo. En él, bajo el ropaje literario de una parábola de labradores y viñadores, se describe la historia del rechazo de Dios por su pueblo Israel. Un labrador –Yahvé- plantó una viña –el pueblo de Israel-. Cuando llegó el momento de recoger los frutos –la hora de las obras acordes con la Alianza-, el pueblo no sólo no las ofreció, sino que rechazó uno tras otro a los Profetas, que le llamaban a la conversión. Ni siquiera reaccionó cuando Dios envió a su Hijo, Jesucristo. Al contrario, le echaron fuera de la viña y le mataron. Es lo que hacen ahora Europa y España. Se han propuesto echar fuera a Jesucristo y a la cultura cristiana. La apostasía es tan fuerte, que «hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo y lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias” (Benedicto XVI, Madrid, 18.VIII.2011). Dios no se cansa de invitarles a que abandonen ese camino de ateísmo altanero. Esta llamada se ha hecho especialmente fuerte con el Beato Juan Pablo II y Benedicto XVI. La respuesta no puede ser más terrible: «un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida» (Benedicto XVI, en Madrid). En la parábola, los viñadores –los hombres-, con su acción de rechazar y matar, pensaban que habían llevado a cabo hechos irreversibles: la aniquilación de los profetas y de Jesucristo. Muchos hombres de la Europa y de la España actual piensan también que han hecho lo mismo, porque se autoproclaman dioses. Sin embargo, Dios aparecía en la parábola -y aparece ahora- más fuerte que ellos. Es Él el que determina el destino final del Hijo y de la humanidad. Y, si no hay conversión, Europa y España acabarán mal. 

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