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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 30 DEL TIEMPO ORDINARIO (23.X.2011) - Ciclo A

EL GRAN PECADO DE EUROPA

«Amarás a Dios con todo el corazón»

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En tiempos de Jesús, los fariseos enseñaban que la Ley de Moisés tenía seiscientos trece mandamientos. Era, por tanto, prácticamente imposible saber cuál era el más importante. Seguramente, el doctor de la Ley, del que habla el evangelio de hoy, se lo había preguntado más de una vez. En cualquier caso, un día se acercó a Jesús y le dijo con toda sencillez: «Maestro ¿cuál es el mandamiento más importante, el que Dios más quiere que cumplamos?» Jesús le contestó con la misma claridad y sencillez: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este es el principal y el primero» Durante muchos siglos, los hombres y mujeres de Europa aprendieron en la catequesis, y luego se lo enseñaron a sus hijos, que el primer mandamiento era el que Jesús enseñó a este doctor de la Ley. Esta verdad llegó a calar de tal modo, que el matrimonio, la familia, la escuela, la convivencia y la misma legislación estaban impregnadas de esa gran convicción. No es que los europeos de esos siglos fuesen todos santos de altar. No. Cometían pecados, muchos y graves. Pero lo reconocían y pedían perdón. De un tiempo a esta parte, el panorama ha cambiado radicalmente. Hasta el extremo de que el gran pecado de la Europa de hoy es la apostasía o el ateísmo. Grandes masas de europeos, en efecto, rechazan totalmente la fe cristiana en la que nacieron y crecieron. Las nuevas generaciones son alérgicas a todo lo que sea creer en Dios, adorarle, darle culto. Este rechazo es, en no pocos casos, militante: se oponen a Dios, incluso con violencia. Ahora bien, como el corazón humano clama por la divinidad, al renegar del Dios verdadero, han ido a buscar sus propios dioses y se han hecho idólatras. No sólo porque hayan resucitado los viejos y falsos dioses del paganismo, sino porque han convertido en dios al demonio (satanismo), al poder, al placer, al dinero y a la raza. El remedio para ese gran pecado no es otro que una nueva y vigorosa evangelización. ¡Es tan necesaria y urgente, que no podemos esperar ni un día más!              

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