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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 31 DEL TIEMPO ORDINARIO (30.X.2011) - Ciclo A

FRATERNIDAD Y SERVICIO

«Uno solo es vuestro Maestro»

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«Haced lo que dicen, pero no lo que hacen». No cabe mayor desautorización de quien es maestro y guía del pueblo. ¿Por qué Jesús hace semejante descalificación de algunos escribas y fariseos de su tiempo? Porque quien es maestro, se desautoriza a sí mismo y desacredita su enseñanza, si sus palabras y sus hechos se contradicen. Y esto es lo que ocurría con los guías y maestros del pueblo de Dios. No hacían lo que enseñaban. Su obrar quedaba falsificado por la ostentación, pues en lugar de hacer el bien porque servía a los demás, lo hacían para ser aplaudidos y causar admiración en quienes les contemplaban. Querían ser honrados y preferidos en todos los ámbitos de la vida social: en los banquetes de las casas privadas, en las ceremonias religiosas de las sinagogas, en las calles y plazas de la vía pública.  El centro de su vida y actuación no lo ocupaba Dios y la misión que él les había confiado, sino su persona, que debía ser honrada y preferida siempre y por todos. Jesús exige a sus discípulos un comportamiento completamente distinto. Sobre todo, a los que tienen autoridad. Los cristianos son hermanos que están situados en el mismo plano: el de hijos de un mismo Padre. Ante este hecho fundamental, todas las diferencias que puedan existir por razones de edad, situación social y religiosa pasan a segundo plano. Jesús, ciertamente, no nivela a sus discípulos en todos los aspectos. De hecho, confió a Pedro una misión de preeminencia en su Iglesia y eligió a los Doce para gobernarla y pastorearla. No prohíbe que los padres, maestros y guías ejerzan como tales, sino que desea que se comporten con coherencia y cumplan su misión no en nombre propio sino sólo desde su vinculación con el único Maestro verdadero –que es Él- y con el único Padre. Nunca pueden hacerlo por vanagloria y ostentación sino como servicio a los hermanos. Las palabras de Jesús son, pues, una llamada insistente a la fraternidad y al servicio, y una seria advertencia a los que, de un modo u otro, tienen una misión particular en la Iglesia.

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