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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 33 DEL TIEMPO ORDINARIO (13.XI.2011) - Ciclo A

¿EN QUÉ EMPLEAMOS LA VIDA? 

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«Todo es gracia», dijo con acierto Bernanos. Porque, efectivamente, todo es regalo de Dios. Nadie se ha dado a sí mismo la vida, el talento, la belleza, ser hombre o mujer, nada. En el orden sobrenatural, sigue siendo verdad lo que enseñaba el viejo Catecismo: sin la gracia de Dios «no podemos principiar, ni continuar ni concluir cosa conducente para la vida eterna». Todo es don de Dios, bien sean cinco talentos, dos o uno. Esta es la primera verdad de la parábola que leemos en este penúltimo domingo del año eclesiástico. La segunda es su lógica conclusión. Dios nos da los talentos –de naturaleza y gracia- no para que los malgastemos sino para que los usemos de modo responsable. Un director de banco, por muy director que sea y por muy importante que sea el banco, no puede hacer lo que quiera con el dinero de los ahorradores, porque no es dueño sino administrador. Tampoco nosotros podemos hacer lo que queramos con la salud, el sexo, las cualidades, el tiempo, la Palabra que Dios nos trasmite por sus ministros, los bienes materiales, la vocación recibida. Ciertamente, podemos abusar de todo esto, como ocurrió con el que recibió un talento en la parábola: lo enterró y lo dejó infructuoso. Si lo hacemos, no podemos esperar que Dios nos trate como a los que fueron buenos y responsables, y doblaron lo que habían recibido: cinco o dos talentos. La parábola no deja lugar a dudas: el dueño de los talentos reclamó un día los intereses. Dios nos pedirá un día cuenta de nuestra vida. No nos exigirá dinero, éxitos, posición social, tierras o empresas. Nos  pedirá buenas obras. En la película de Balarrasa, el protagonista se presentaba con las manos vacías. Todavía sería peor presentarse con las manos llenas de dinero injusto, de juicios injustos, de sueldos injustos, de muertes injustas, de palabras injustas, de  influencias injustas, de informaciones injustas, de proyectos sociales y políticos injustos. Todavía estamos a tiempo para rectificar y emplear como Dios quiere todos los talentos recibidos.               

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