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LITURGIA DEL VATICANO II

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA (15. IV.2012) - Ciclo B

CAMBIAR EL MIEDO EN AUDACIA

«Recibid el Espíritu Santo»

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Estamos en el Cenáculo con los Apóstoles. Es el primer domingo de la historia. Está anocheciendo. Las puertas están bien cerradas, porque hay miedo. Mucho miedo a los que han matado al Maestro. En un instante todo cambia. Sin que nadie sepa cómo, Jesús ha entrado, se ha puesto en medio y ha saludado con su saludo clásico: «Shalom, la paz sea con vosotros». Ha venido a cumplir la promesa que les hizo en el momento triste de la despedida: «No os dejaré huérfanos», no os dejaré solos en el mundo. Y aquí está. Al verle, todos se han llenado de inmensa alegría. Han salido del sepulcro del miedo y  resucitado a una nueva vida  ¡Cómo cambian las cosas cuando está ausente y presente Jesús! Que nos lo digan a nosotros, que tanto miedo tenemos al medio ambiente, al clima laicista de la calle y a que nos señalen como cristianos creyentes y practicantes; y nos metemos en el sepulcro de una piedad que se refugia en la iglesia, en las procesiones, en los actos de culto. ¿Cómo recuperaremos la alegría y el santo orgullo de sentirnos y proclamarnos cristianos? Jesús conoce nuestra situación y quiere remediarla. Para fortuna nuestra, Él no es una figura de la historia que vivió en un momento determinado y se fue después de habernos dejado un ejemplo maravilloso. No. ¡¡Él está vivo, está entre nosotros!!. Y quiere sacarnos de nuestros miedos, dudas y temores. Por eso, nos hace el mismo regalo que a los Apóstoles: «Recibid el Espíritu Santo». Con ese don, comienza un mundo nuevo, en el que no tendremos miedo a la intemperie del ambiente hostil y dejaremos atrás la cobardía a la hora de proclamar que hay cosas que nos interesan más que el dinero y el sexo. Pero es preciso dejar que el Resucitado entre en nuestra vida: escuchando su Palabra, participando en la misa de cada domingo, viéndole en los pobres y necesitados, escuchando sus voces en las grandes necesidades de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Es posible. Los Apóstoles abrieron las puertas del Cenáculo y se fueron a la plaza pública a gritar:«el que habéis matado, ha resucitado, nosotros somos sus testigos». Nosotros haremos lo mismo.

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