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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 5 de Cuaresma (17.III.2013) - Ciclo C

EL PECADO Y EL PECADOR

“Tampoco Yo te condeno”

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Estamos en el Templo de Jerusalén. Jesús está rodeado de mucha gente que le escucha embelesada. Hay también un nutrido grupo de fariseos que han venido con la intención de desprestigiarle definitivamente ante el pueblo. Todos saben que la Ley de Moisés dice con claridad que “Si alguno comete adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera deben ser castigados con la muerte” (Lev 20, 10). Sus enemigos no entablan con él una discusión sino que le presentan una mujer sorprendida en flagrante adulterio. Quieren que se pronuncie sobre el caso. Si no la condena, se desprestigiará ante el pueblo como violador de la Ley de Dios. Si la condena, aparecerá ante ese pueblo como un hombre sin entrañas. Sea, pues, cual sea su respuesta, Jesús aparecerá ante todos como alguien que está extraviado y al que no hay que seguir, objetivo último de todo. Jesús no les contesta directamente. Se inclina sobre el suelo y comienza a escribir. Jeremías había escrito: “Cuantos se alejan de ti serán escritos en el polvo” (Jr 17, 13). ¿Quiere recordarles que ellos han sido infieles a Dios y que merecen ser escritos en el polvo y destruidos? Ellos insisten: “¿Hay que condenar a esta mujer o no?” Ante la insistencia, Jesús se pone en pie y sentencia: “El que no tenga pecado, que tire la primera piedra”. No esperaban esto. Jesús les da tiempo para que recapaciten y, para ello, vuelve a agacharse y escribir. Ninguno coge piedras. Al contrario, uno a uno se van escabullendo. Por fin Jesús se pone en pie y pregunta a la mujer: “¿Ninguno te ha condenado?”. “Ninguno, Señor”, contesta temblorosa. Y Jesús: “Yo tampoco te condeno. Vete y, en adelante, no peques más”. No aprueba lo que ha hecho, porque va contra lo que Dios manda. Pero no la condena, sino que la perdona. Suprema lección para todos nosotros en este final de la Cuaresma: ¿Quién se atreverá a decir que él puede tirar la primera piedra y que no necesita confesarse?. Todos necesitamos reconciliarnos con Dios en el sacramento de la Penitencia. Allí, Jesús –no el sacerdote-, también nos dice: “Yo no te condeno. Te perdono. Vete y no vuelvas a hacerlo”.            

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