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LITURGIA DEL VATICANO II

Segundo domingo del Tiempo Ordinario (20. I. 2013)- Ciclo C

DE LA MANO DE “LA MADRE DE JESÚS”

“Haced lo que él os diga”

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Estamos en Caná de Galilea. Se está celebrando una boda y ha sido invitada la Madre de Jesús. Éste llega un poco más tarde acompañado de cinco discípulos. Ha comenzado a escasear el vino y, ya se sabe, una boda sin vino no puede ser una fiesta. La Madre de Jesús se ha dado cuenta y ha comprendido que aquella pareja puede convertir en tragedia el día más feliz de su vida. Hará lo que esté en su mano para evitarlo. Se acerca a Jesús y le dice con sencillez: “No tienen vino”. Jesús le da una contestación que para nosotros resulta enigmática: “Mujer, todavía no ha llegado mi hora”. Ella la entiende como un “sí” implícito, pues se acerca de inmediato a los sirvientes y les dice: “Haced lo que Él os diga”. Son las últimas palabras que el evangelio pone en labios de María. No podían haber sido mejores. A los sirvientes, Jesús dice dos cosas: “Llenad las hidrias de agua” y “llevádselo al maestrescuela”, que ellos cumplen de inmediato. Los seiscientos litros de agua se han convertido en vino exquisito. Mucho mejor que el bebido hasta ahora. ¡Demasiadas coincidencias para no ver una clara referencia a la Eucaristía! Es un vino de bodas, vino de alegría, vino abundante, vino de mejor calidad que el anterior, vino del final, vino que da Jesús, vino que viene por mediación de María. El evangelio de Juan sólo habla de María dos veces: al principio del ministerio público de Jesús –aquí en Caná- y al final, al pie de la Cruz. Ninguna de las dos veces es llamada “María”, sino “mujer”. Al pie de la Cruz esta “mujer” recibe la realidad de la Eucaristía: la sangre de su Hijo sacrificado como Redentor; en
Caná, la misma mujer nos da el símbolo de esa realidad. En los dos casos su presencia es determinante. La “Madre de Jesús” es “la Madre de los hermanos de Jesús”, porque el mismo Jesús así lo ha querido: “Ahí tienes a tu hijo”. Juan la recibió en nuestro nombre. La devoción a María no es una devoción. Es una necesidad. Una gozosa necesidad, que nos asegura que nuestro camino es el camino Jesús y que ese camino pasa necesariamente por la Eucaristía.         

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