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LITURGIA DEL VATICANO II

El Bautismo del Señor (13 de enero de 2013) - Ciclo C

EL BAUTISMO DEL SEÑOR Y EL NUESTRO

“Tú eres mi Hijo"

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Estamos en las orillas del Jordán. Grandes muchedumbres han llegado hasta aquí atraídas por la predicación de Juan, que llama a cambiar de vida. Él les bautiza, sumergiéndoles en las aguas del río. Es el símbolo que manifiesta su arrepentimiento y su promesa de una nueva vida. Todos los que han venido hasta ahora son pecadores que necesitan el perdón. Pero hoy ha llegado una persona tan especial, que Juan se considera indigno de desatarle la correa de las sandalias, aunque esta función sea propia de los siervos y esclavos. Es Jesús de Nazaret. Viene porque quiere que le bautice. Hay un forcejeo entre ambos, pero al fin Juan cede a las palabras de Jesús: “Conviene hacer esto ahora”. Y “en un bautismo general, Jesús es bautizado”. Jesús se hace bautizar no porque tenga necesidad del bautismo, sino por algo que constituye la razón de su venida y su misión: su compromiso y cercanía con los hombres. Jesús se pone en medio y está cerca de los hombres, quiere alcanzarlos allí donde se encuentran y hacerles partícipes de su conocimiento de Dios y de su relación con Dios. El bautismo es un anticipo de todo su comportamiento posterior y de sus palabras: “Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”. Las aguas del Jordán de hoy bañan todas las riberas del mundo. Un número cuas infinito de hombres y mujeres, de situaciones y profesiones, de ambientes sociales, culturales y políticos necesitan ser lavados de tanta suciedad como llevan a sus espaldas y dar un giro radical a su vida. Ciertamente, hay mucha corrupción entre los políticos y los jueces, pero éste no es su patrimonio exclusivo. La corrupción afecta a demasiados estratos y personas. Desde los dicen que no existe verdad objetiva alguna, a los que defienden que cualquier cosa es matrimonio, pasando por los que pagan sueldos abusivos, practican el sexo sin estar casados, escandalizan a los niños y a los jóvenes, o llaman bien al mal y viceversa. ¡¡Necesitamos nuevos bautistas, que clamen la conversión y la logren!!.Los necesitamos también los que ya hemos recibido el bautismo.            

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