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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 3 del Tiempo Ordinario (26.I.2014) - Ciclo A

Evangelio

José-Antonio Abad

EL REINO DE CRISTO NO TIENE FRONTERAS

«Dejándolo todo, le siguieron»

Estamos en Cafarnaúm, al norte del lago de Libertades. Es tierra que ha sufrido siglos atrás infiltraciones paulatinas de colonos gentiles: arameos, fenicios y griegos. Actualmente es paso obligado de las caravanas que van y viene desde Siria al moderno  Irak. Lógicamente, abundaban los comerciantes. Es una ciudad llena de vida. También es una ciudad políglota, pues muchas de sus gentes, sobre todo las que se dedican al comercio y las de una cierta cultura, además de hablar el arameo, entienden el hebreo y el griego. Jesús ha dejado Nazaret, de donde es oriundo, y se ha instalado aquí. Desde ahora, predicará y hará milagros. Saldrá también a otros lugares, pero volverá aquí una y otra vez. El tiempo confirmará que Cafarnaúm fue el escenario en torno al cual se desarrolló gran parte del ministerio público de Jesús. En ella puso también los cimientos de su Iglesia, cuando eligió a un grupo de discípulos, a los que hizoconvivir con Él y acompañarle en sus correrías apostólicas, para que tuvieran la experiencia de cómo rezaba, cómo trataba a la gente, cómo se comportaba en la sinagoga, cómo actuaba con los paganos, cómo se relacionaba con los judíos y qué predicaba. Porque ellos tendrían que ser, más tarde, testigos de Jesús y continuadores de su misión. Isaías había profetizado que en Galilea aparecería un día una gran luz y el «Día del Señor», que supondría la liberación de los exiliados de Israel. San Mateo, comenzando su evangelio con el  relato del ministerio de Jesús en Galilea, ha querido dejar constancia del cumplimiento de esta profecía. De ella habla el evangelio de este domingo, cuando dice escuetamente: «Jesús se estableció en Cafarnaúm”, en la «Galilea de los gentiles». En esa encrucijada, donde confluían los que eran miembros del Pueblo de Dios y los que eran «no Pueblo», Jesús comienza su predicación. Desde el principio hay que dejar claro que su Reino no tiene fronteras y se pueden incorporar a él, cuantos quieran seguirle. Tú y yo, por ejemplo. Pero no seamos egoístas ¿Por qué no invitar a nuestros  hermanos y amigos a conocer a Jesús y a seguirle? Nada mejor podemos ofrecerles.            

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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