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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 5 de Cuaresma (6.IV.2014) - Ciclo A

JESUCRISTO, VENCEDOR DE LA MUERTE

“Yo soy la resurrección y la vida”

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Estamos en el lado oriental del Jordán. Jesús ha venido aquí con sus discípulos, porque sus enemigos quieren matarle. Como siempre, predica y cura a los enfermos. De pronto alguien se acerca y le trasmite este recado de parte de Marta y María, sus amigos de Betania: ”Señor, tu amigo está enfermo”. Él no se da por enterado y sigue predicando. Al cabo de dos días, dice a sus discípulos: “Lázaro está dormido”. Ellos lo interpretan  como suena, pero Jesús sabe que es sinónimo de “está muerto”. Al llegar a Betania, viene Marta hecha un mar de lágrimas y le dice: “Lázaro ha muerto”. Jesús le responde: “Tu hermano resucitará”. Ella replica: “Ya lo sé, resucitará al final de los tiempos”. Jesús no se lo niega, pero va mucho más lejos, y le dice: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en Mí, aunque haya muerto vivirá. Y el que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. Marta no duda en hacer esta sencilla y grandiosa profesión de fe: “Sí Señor, yo creo que eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Y, sin más, va en busca de su hermana y le trasmite este mensaje: “El Maestro está ahí, y te llama”. María –la gran enamorada de Jesús- viene en un santiamén y le dice, llorando: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Jesús no es de madera, sino que “viéndola llorar a ella y a los judíos”, él mismo se echa a llorar. Pero hoy quiere hacer algo más que mostrar que tiene corazón y que sabe ser un gran amigo de sus amigos. Quiere dejar patente su poder sobre la muerte. Pide que le lleven al sepulcro donde Lázaro está enterrado desde hace cuatro días. Manda quitar la losa que cierra el sepulcro, a pesar de que Marta le dice que “ya huele”. Dice con imperio: “Lázaro, sal fuera”. Y Lázaro sale vivo. Los hombres somos impotentes ante la muerte. Lo más que podemos hacer es retrasarla y, cuando llega, llorar al difunto y consolar a sus deudos. Jesús, por el contrario, convierte la muerte en sueño y un día nos despertará a los que creemos en él. ¿Hay alguien que ofrezca y dé más? ¡Moriré, Señor, pero sé que resucitaré para no volver a morir, y espero fundirme contigo en un abrazo eterno!         

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