Blogia
LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo XIV del Tiempo Ordinario (6.VII.2014) - Ciclo A

EL TRIUNFO DE LA HUMILDAD

“Venid a Mí, que os aliviaré”

____________________________________________________

El evangelio de este domingo es una oración, una confesión y una promesa. La oración son estas palabras que Jesús dirige a Dios: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los sencillos”. “Estas cosas” son saber quién es Él; los “sabios y entendidos” son los escribas y fariseos, que pensaban tener la llave de la Escritura y, por ello, la última palabra en las cosas de Dios; “los sencillos” son la gente del pueblo, que seguía a Jesús enfervorizada y no discutía su doctrina ni negaba sus milagros, como hacían “los entendidos”. El marco es, pues, muy circunstancial. Pero hay que trascenderlo y preguntarnos si estamos en el grupo de “los entendidos” –de los que lo saben todo, y nada tienen que aprender de nadie, ni siquiera de Dios- o en el grupo de “los sencillos”, de los que son conscientes de la verdad de esta sentencia de Pascal: “El acto supremo de la razón consiste en admitir que hay infinidad de cosas que nos sobrepasan”. La segunda idea del evangelio es esta confesión: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar”. A los teólogos actuales les gusta repetir: “Dios siempre es más grande”. Tanto, que sólo él puede conocerse a sí mismo y, por eso, sólo él puede darse a conocer. Creer en Dios no es el resultado de largos razonamientos llevados a cabo por inteligencias superiores, sino abrirse a Dios que sale a nuestro encuentro y se nos da a conocer. El camino para conocer que Jesucristo es Dios y nuestro Salvador es abrirnos a la revelación del Padre que nos ha dicho: “Este es mi Hijo, en quien me complazco”. La última idea es un ofrecimiento  y una invitación: “Venid a Mí, todos los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré”. Todos estamos un poco o un mucho “cansados” por las dificultades de la vida. Algunos lo están de modo especial: una enfermedad grave e incurable, la pérdida del empleo, un hijo que se ha ido de casa, el matrimonio que naufraga…Jesús nos dice: “Venid a Mí y os aliviaré”. ¿Por qué no aceptar la invitación?                 

0 comentarios