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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 16 del Tiempo ordinario (20.7.2014) - Ciclo A

LA IGLESIA EN EL MUNDO

“Es como un grano de mostaza”

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El evangelio de este domingo, 16 del Tiempo ordinario, son tres parábolas muy conocidas: el grano de mostaza, la levadura y la cizaña. Con ellas quiso Jesús explicar la naturaleza del Reino que venía a instaurar y la situación de la Iglesia en el mundo. La mostaza es una de las semillas más pequeñas, pero, cuando crece, se hace un arbusto donde pueden anidar los pájaros. Indica la fuerza expansiva del Reino de Dios y de la Iglesia. La levadura es una porción mínima comparada con la masa. Pero tiene tal fuerza interna, que es capaz de trasformar la masa en pan sabroso. La cizaña que crece junto con el trigo -sin distinguirse durante mucho tiempo- y que sólo es separada de él cuando llega la siega, indica la coexistencia entre buenos y malos, mientras llega el final de los tiempos. Las tres parábolas siguen siendo verdaderas hoy y se pueden verificar en cualquier parte. La Iglesia nació en un rincón de un minúsculo pueblo y hoy está esparcida por el mundo entero. Es verdad que, en algunas partes, se contrae, pero en otras crece con fuerza extraordinaria. Y eso, a pesar de las dificultades y carencias sin cuento que la acompañan. Pensemos en el impero soviético o el chino: la URSS no pudo acabar con la Iglesia y el comunismo chino es impotente para impedir el crecimiento de la Iglesia, aunque sea clandestina. En la Europa actual existe todo un proyecto para erradicar del espacio público a la religión católica y confinar a los católicos en las sacristías de lo privado. Ya lo intentó la Revolución Francesa. Napoleón fue tan lejos que quiso cambiar hasta el mismo calendario, estructurándolo no por semanas sino por decenas. Hace mucho tiempo que él desapareció, mientras que la Iglesia perdura. La cizaña y el trigo también están a la vista de todos. Y estarán mientras el mundo sea mundo y mientras a la Iglesia no le llegue el momento de su glorificación al final del mundo. ¡Tan grande es la paciencia de Dios! Él no llama a las guerras santas, sino a la paciencia misericordiosa. Vale la pena dar vueltas a estas a estas tres formidables parábolas y así afianzar nuestra fe.

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