Domingo 6 del Tiempo Ordinario (16.II.2014) - Ciclo A
RESPETO A LA PROPIA MUJER Y A LA DEL PRÓJIMO
“Ya ha adulterado en su corazón”
_____________________________________________________
Hace unos años, un periódico nacional llamaba retrógrado a Juan Pablo II, por este delito: afirmar que no sólo es pecado tener relaciones sexuales con la mujer del prójimo, sino mirarla con el deseo de tenerlas. El evangelio de este domingo resuelve la cuestión y deja en evidencia al periódico. Porque Juan Pablo II no hacía otra cosa que repetir la doctrina de Jesús. Y Jesús no pudo ser más claro: “Habéis oído el mandamiento: ‘No cometerás adulterio’. Pues Yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su corazón”. Para una sociedad hipersexualizada, como la nuestra, estas palabras son un trallazo inadmisible. Pero eso nos las invalida. Al contrario, las hace más actuales y necesarias. Porque son su medicina imprescindible. Doy por descontado que más de uno se reirá de esta doctrina. También se reían hace algunos años, cuando predicaba que el trabajo es una bendición y una gran suerte. El paro terrible que estamos padeciendo ha puesto las cosas en su sitio. ¿Quién se atreve hoy a maldecir que cada día pueda ir a la fábrica? Cuando la sociedad haya tocado fondo y el clima matrimonial sea del todo irrespirable, comprenderemos la verdad y la bondad de las palabras de Jesús, que recoge el evangelio de este domingo, sobre el adulterio sexual y el adulterio del corazón. Como entenderemos también lo que dice sobre el divorcio: “El que se divorcie de su mujer, la induce al adulterio y el que se case con la divorciada, comete adulterio”. Cuando san Pablo predicó esta doctrina en la supercorrompida Corinto, lo hizo con temor y temblor, pero confiado en su fuerza sanadora y salvadora. Al cabo de unos años, parte de aquellos hombres y mujeres dejaron de considerar ‘sagrada’ la prostitución, aceptaron la doctrina de san Pablo y se convirtieron en fermento de aquella masa putrefacta. Los hombres y mujeres que acogen hoy la doctrina de Jesús y rechazan en sus vidas el adulterio y el divorcio, son también el fermento curativo de nuestra sociedad. Quizás ellos no lo vean. No importa, otros lo verán.
0 comentarios