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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 27 del Tiempo ordinario (5.X.2014) - Ciclo A

ACTUAL Y COMPROMETIDA

“La piedra rechazada, es ahora la angular”

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Seguimos con viñas y viñadores. Pero en esta ocasión los tintes son más sombríos y preocupantes. El evangelio es una parábola cuya síntesis es esta. Un rico labrador plantó una viña y la mimó con sus cuidados; luego se marchó de viaje y se la arrendó a otros labradores. Cuando llegó la vendimia, envió a unos criados a cobrar el arriendo, pero los arrendatarios les maltrataron e incluso mataron a algunos. Al cabo del tiempo, repitió la misiva y obtuvo el mismo resultado. Decidido a cobrar el fruto, envió a su hijo, pensando que a éste le respetarían. Pero le echaron fuera de la viña y le mataron. En buena lógica, el dueño envió un ejército, acabó con ellos y arrendó la viña a otros, que fueran más justos y honestos. La parábola no es un rompecabezas sino un relato que no puede dejarnos indiferentes. Porque su enseñanza nos afecta a todos y cada uno de nosotros. La parábola, en efecto, tiene, cuando menos, tres lecturas: la de Israel, la de Europa-España y la nuestra. Evidentemente, los primeros y directos destinatarios son el pueblo de Israel y sus dirigentes, que rechazaron a todos los enviados por Dios para que dieran frutos de buenas obras, y que incluso mataron al último y más digno de todos los enviados: su Hijo. Basta pensar en la Pasión y  Crucifixión de Jesucristo. Pero también Europa y España están implicadas de lleno. Dios se portó con ellas con verdadero mimo y les regaló el don inmenso de la fe. Más aún, el don de una fe que penetró en todas sus instituciones: el matrimonio, la familia, la ciencia, el arte…Pero España y Europa han echado a Dios fuera de sus confines. No quieren hablar de sus raíces cristianas ni de su fe. Se avergüenzan de ser cristianas y han tirado por la ventana su riquísimo y plurisecular patrimonio. ¡Las consecuencias, ahí están! Y nosotros, cada uno de nosotros, ¿qué hemos hecho, qué estamos haciendo con Jesucristo? ¿Contamos con él en nuestro trabajo, en nuestra familia, cuando estamos con los amigos, cuando hay que echar una mano a un necesitado o le damos la espalda, blasfemamos y nadie diría que somos cristianos? Todavía estamos a tiempo de cambiar.          

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