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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 28 del Tiempo ordinario (12.X.2014) - Ciclo A

LIBRES SÍ, PERO RESPONSABLES

Echadlo fuera, a las tinieblas”

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El evangelio de este domingo es una fotocopia del anterior. Los dos tienen la misma estructura y el mismo contenido. La única variante es que allí la parábola se presentaba en forma de unos viñadores y hoy se presenta en forma de un banquete. Pero tanto entonces como ahora, la cuestión de fondo es la misma: que el hombre es libre para aceptar o rechazar a Dios, pero no lo es para las consecuencias de esa elección. Puede pagar o no pagar la renta de la viña arrendada. Puede ir o  no al banquete de bodas. Pero, si no paga la renta o rechaza la invitación, tiene que pechar con las consecuencias. Porque las consecuencias no las elige el hombre sino que las determina Dios. De hecho, los viñadores pérfidos que mataron a los enviados del dueño fueron castigados con toda severidad; y los invitados que rechazaron ir a la boda fueron sustituidos por otros. Mientras dura la vida, Dios es el que llama y el hombre el que responde sí o no. Al final, será Dios el que actúe y dé la sentencia definitiva. Ahora está muy de moda apelar a la misericordia divina, confundiendo esa maravillosa prerrogativa con la indiferencia de Dios ante el bien y el mal. Dios, ciertamente, no obliga a nadie a acoger la salvación que ofrece y así vivir un día con él en el cielo. Pero Dios no reacciona –no puede hacerlo- del mismo modo si se acepta la invitación al banquete que si se rechaza. La parábola de hoy, por tanto, nos afecta de lleno, pues nos obliga a preguntarnos si acogemos o  rechazamos las invitaciones que Dios nos hace por medio de quienes ha querido que le representen: el Papa, los obispos, los sacerdotes, los profetas, los predicadores… De hecho, tanto en la parábola de los viñadores como en la del banquete de hoy, Dios no actúa de modo directo sino a través de sus intermediarios. ¿En qué lugar queda el “yo creo en Dios pero no en la Iglesia”, “yo creo en Jesucristo pero no en los obispos y el Papa”? De todos modos, todavía estamos a tiempo de rectificar y escuchar la llamada para que cambiemos de vida. Si lo hacemos, entonces es cuando la misericordia de Dios no tiene límites. Pero es preciso arrepentirse y pedir perdón. 

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