Blogia
LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 3 de Pascua (19.IV.2015) - Ciclo B

TODOS HEMOS RESUCITADO EN ÉL

“Soy Yo”

____________________________________________________

Estamos en la tarde-noche del primer domingo de la historia. Los dos discípulos de Emaús han llegado jadeantes al Cenáculo, porque no podían reservarse el notición: “Hemos visto a Jesús Resucitado”. Antes de que ellos hablen, los otros se les adelantan: “Es verdad, ha resucitado y se ha aparecido a Simón”. En estas, se hace presente el mismo Resucitado. El miedo se apodera de todos. Él pide calma: “No tengáis miedo, soy Yo”. Ellos siguen con mucho miedo y creen que es un fantasma. Él insiste: “Los fantasmas no tienen carne y huesos, como veis que tengo Yo”. Tiene que porfiar: “Aquí están mis manos y mis pies, dadme algo para comer”. Come un poco de pan. Al fin, se rinden: el cuerpo de Jesús ha resucitado y está en medio de ellos. El mismo cuerpo con el que convivieron tres años, que fue crucificado, murió y fue sepultado ha vuelto a la vida y se ha unido a su alma para nunca más volverse a separar. Esta es la verdad de la Resurrección. Jesús, en cuanto hombre, no es sólo espíritu. Es también cuerpo. La muerte los separó y la resurrección los ha vuelto a unir para no volverse a separar. Es verdad que el cuerpo ya no es como antes, porque no está sujeto a las leyes del tiempo y del espacio ni  necesita alimentarse o descansar, pues es un cuerpo glorificado. Pero sigue siendo cuerpo verdadero. ¡Hay que romper a cantar!. Porque así sucederá un día con nosotros. Gracias al Bautismo, hemos sido injertados en el Cuerpo glorioso de Jesucristo y lo que en él ya ha tenido lugar, también nos sucederá a nosotros. Además, los bautizados nos alimentamos con la Eucaristía, que es verdadera Carne resucitada. Cuando muramos, nuestro cuerpo se separará temporalmente de nuestra alma. Pero al final del mundo volverán a unirse para siempre. Esto es lo que profesamos al decir: “Creo en la resurrección de la carne”. Nuestro horizonte final no es la muerte y la nada. Quienes creemos en la Resurrección de los muertos –y si no creemos en esto, no vale la pena creer en nada- no nos morimos sino que nos dormimos y nos despertaremos al final del mundo para encontrarnos definitivamente con Jesucristo, el Resucitado.       

0 comentarios