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LITURGIA DEL VATICANO II

Bautismo del Señor (10.I.2016) - Ciclo C

EL MAYOR SOLIDARIO

“Este es mi Hijo amado”

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Estamos en las orillas del río Jordán. Juan Bautista predica y bautiza. Predica a la gente que cambie de vida, que pida perdón a Dios de sus culpas y reinicie el camino de los mandamientos. Porque hay que preparar el camino moral al que todos están esperando: el Mesías anunciado desde hace siglos por los Profetas. La gente se conmueve ante las palabras del Bautista, pues están avaladas por una vida de gran coherencia y sacrificio. Y, como signo de que quieren cambiar de vida, se meten en el agua y él les bautiza. Hoy ha venido Jesús de Nazaret y se ha puesto en la cola como uno más. Él no necesita convertirse ni recibir el bautismo de penitencia, porque no es pecador. No en vano se ha hecho igual a nosotros en todo, “menos en el pecado”. Pero quiere ponerse en la fila de los pecadores, como un pecador más, porque ha venido para salvar a los pecadores, para cargar con los pecados de todo el mundo. Esta es la misión que le ha encargado el Padre y él está dispuesto a cumplir. Bautizándose como un pecador, realiza un acto de solidaridad con los pecadores, y, a la vez, hace un adelanto y un signo del gran acto solidario que llevará a cabo en la Cruz, cuando reciba no un bautismo de agua sino el bautismo de su propia sangre, derramada por los pecados del mundo. Por eso, el Padre no duda en proclamar, cuando sale del agua: “Este es mi Hijo amado”. Es la exaltación y glorificación del Hijo que siendo inocente se ha humillado hasta el extremo de hacerse un pecador y cargar con la responsabilidad de todos los pecadores. Como dice san Gregorio Nacianceno, con su bautismo “se rasgan y se abren los cielos, los cielos que Adán había cerrado para sí y para toda su descendencia”. ¡Qué ejemplo para nosotros en este Año de la Misericordia!. Nosotros sí somos pecadores y necesitamos recibir el bautismo de la Penitencia. Tengamos la humildad y la sinceridad de reconocer que necesitamos cambiar en los modos de pensar, de juzgar los acontecimientos y las personas y en tantas cosas de nuestra vida. ¡Tengamos la humildad y la valentía de confesarnos!

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