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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 4 de Cuaresma (6.II.2016) - Ciclo C

PRÓDIGO, PERO HIJO
“Deberías alegrarte”

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Durante de mis años de docencia siempre mantuve este criterio: “El mejor comentario de un texto es el mismo texto”. En el caso del evangelio de hoy tiene especial vigencia. Porque el texto es nada menos que la perla de las parábolas: el hijo pródigo. Comentarla es casi profanarla. Invito a mis lectores a leerla en el capítulo 15 del evangelio de san Lucas. Allí se encontrarán con un hijo calavera. Tenía todo es su casa, porque su padre era un rico hacendado y él era el hijo pequeño y, por tanto, el mimado. Pero pensó lo que han pensado y piensan muchos. Jóvenes y menos jóvenes. “Hay que disfrutar de la vida”. Que es tanto como pasar las noches, sobre todo, las de fin de semana emborrachándose de alcohol y de sexo, llegar a casa de madrugada, ser infiel al propio cónyuge y un largo etcétera. El chico de la parábola, con el dinero que su padre le había dado cuando le reclamó su herencia por adelantado, se dedicó a juergas, malas mujeres y fiestas. Al principio se decía: “Esto es vida, no la que llevaba antes”. Pero pronto se impuso la realidad. Primero, comenzó a escasearle el dinero, más tarde la necesidad le obligó a cuidar cerdos y, por último, se moría de hambre. Cuando lo había perdido todo, descubrió su error: ¡había perdido su dignidad de hijo! Pero fue sincero y humilde y decidió volver a casa. No como hijo, pero sí como un criado de su padre. ¡¡Pobre chico, no sabía que tenía un padre con un corazón de no de oro sino de padre, y que lo único que veía en él era a “su hijo”, que se había marchado de casa y lo estaba pasando como se pasa fuera de la casa paterna: pésimamente mal!! Por eso, cuando volvió y empezó a decir: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus criados”, su padre no le dejó seguir. Y, mientras le comía a besos, decía: traedle el mejor vestido, ponedle los anillos, calcadle y preparad un gran banquete, porque “mi hijo” ha vuelto a casa. Así es el corazón de Dios. Volvamos a casa. Volvamos a la Iglesia. Volvamos al perdón de Dios. ¡Si hemos sido pródigos, no hemos dejado de ser hijos de Dios!. Dios nos tratará como hijos suyos. Basta volver.

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