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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 5 de Cuaresma (13.III.2016) - Ciclo C

CONDENA Y PERDÓN

“Vete, y no peques más”

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Estamos en el Templo de Jerusalén. Jesús está sentado y rodeado de mucha gente a la que está enseñando. Le escuchan embelesados, porque habla como nunca han visto hablar a nadie. Llegan unos fariseos con buenas maneras pero con ladinas intenciones. Esta mujer –le dicen, presentándole una mujer sorprendida en adulterio- ha sido cogida in fraganti. La Ley de Moisés dice: “Si alguno comete adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera deben ser castigados con la muerte” (Levítico, 20, 10). Tú ¿qué dices?” La trampa no puede ser más perfecta. Si dice que la lapiden, reconoce que está equivocado al acoger y comer con los pecadores. Si dice que “no” la apedreen, va en contra de la Ley. Jesús no contesta. Se pone a escribir en el suelo. Luego se levanta y sentencia: “El que de vosotros no tenga pecados, que tire la primera piedra”. Y vuelve a escribir en el suelo. Al cabo de un tiempo se levanta y pregunta a la acusada: “¿Dónde están los demás? ¿Nadie te ha condenado?” – Nadie, responde ella. Y Jesús:  Yo tampoco te condeno. Vete y no peques más”. Jesús no aprueba el adulterio de aquella mujer, porque ha cometido un acto de infidelidad conyugal muy grave, ya que ha faltado a sus compromisos, ha lesionado el signo de la Alianza –que es el matrimonio-, ha quebrantado el derecho del otro cónyuge y ha atentado contra la institución del matrimonio. Pero él ha venido a salvar, no a condenar. Por eso dice a la mujer: -  “Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar”. ¡Qué bien  retratados quedamos todos! Porque todos sin excepción somos pecadores. Unos más y otros menos, pero todos mucho. Jesús nos abre su corazón y nos dice lleno de ternura: “No apruebo tu conducta, pero no te condeno. Te perdono. Basta que te arrepientas y pidas perdón a quien es mi ministro: un confesor”. Pascua está a la puerta. Puede ser  negra o florida. Si tenemos la humildad y la valentía de reconocernos pecadores y confesarnos, se llenará de flores de alegría, de esperanza y de ganas de vivir. ¡De tantas más flores, cuanto más lejos estemos ahora de Dios!       

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