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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 4 de Adviento (18.XII.2016) - Ciclo A

LA IMPORTANCIA DE DECIR SÍ

“Viene del Espíritu Santo”

________________El evangelio de este domingo, cuarto y último de Adviento, se resume en una palabra. Incluso toda la liturgia del día. Esa palabra es “María”. María, en efecto, lo llena todo. Desde que en obediencia rendida de fe dijo sí al mensaje del ángel de ser la Madre de Dios, el Verbo Eterno de Dios quedó convertido en Mediador entre Dios y los hombres, en puente de unión entre el cielo y la tierra, en acueducto por el que viene y vuelve la salvación. Sin aquel “hágase” de María, la segunda Persona de la Trinidad no hubiera tenido el instrumento con el que realizar la salvación: su Santísima Humanidad. Y nosotros todavía tendríamos pendiente el ser salvados. Gracias a ese “sí”, María se convirtió en la primera y principal colaboradora de la Redención. Pero José desconocía este misterio. Por eso, cuando se le hizo evidente que María –su mujer- iba a ser madre, quedó desconcertado. La conocía suficientemente bien para no pensar que le había sido infiel. Pero tenía suficiente sentido común para negar lo que era evidente. ¡Qué mal lo debió pasar José, mientras pensaba y repensaba lo que debía hacer! Al fin, tomó la resolución de dejar a María libre de los compromisos esponsalicios. Su corazón enamorado sufrió lo inimaginable y sus ojos vertieron muchas lágrimas, no menos amargas por ser ocultas. Dios estaba detrás de todo y terminó haciéndole conocedor del misterio: “No tengas miedo, José, en llevarte a María como esposa”. Ciertamente va a ser madre. Pero lo será, no porque la haya fecundado un hombre sino  porque el Espíritu Santo la ha cubierto con su sombra. “Del Espíritu Santo viene la criatura que hay en ella”. Al hijo que dé a luz, tú “le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará al pueblo de sus pecados”. Dentro de ocho días, ese mismo Hijo volverá a nacer entre nosotros. La Eucaristía lo hará posible. Ella es el portal de Belén de nuestro tiempo. Navidad fue posible porque lo hizo posible María. Navidad será otra vez posible –para ti y para mí- si María nos lleva de la mano a la Eucaristía ¡Cuánto depende de un si rendido a Dios, aunque no entendamos sus planes!. Así fue en la primera y así será en la nueva Navidad.

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