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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 5 del Tiempo Ordinario (5.II.2017) - Ciclo A

NI PLEGARSE NI ENCERRARSE

“Luz del mundo”

____________________En una ocasión oí a un colega de Facultad un comentario que parecía una perogrullada pero que era, en realidad, una fina observación: “La luz es más luz cuando la oscuridad es más acusada”. Quien hay viajado en coche, habrá tenido oportunidad de comprobarlo. Los faros de su coche lucen más en una noche oscura que a plena luz del sol. Por eso, ahora suenan con especial claridad las palabras de Jesucristo, cuando nos indicó cuál es la vocación que nos ha dado a quienes somos sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo”. Digo que “ahora” se ve mejor el alcance de lo que significan estas palabras, porque ahora hay mucha oscuridad en las ideas y conductas de mucha gente sobre la persona humana, el matrimonio, la familia, las relaciones prematrimoniales, el trabajo, el ocio, el éxito y un largo etcétera. Resulta que, al cabo de los siglos, quieren convencernos de que ser varón o mujer no es algo que nos da la naturaliza sino la opción personal que uno haga; o que los vientres de alquiler no son una explotación más de la mujer sino algo propio de gente moderna y progresista; o que el divorcio es una conquista y no una frustración cuando no un rotundo fracaso; o que los hijos no son la corona del matrimonio sino un peso insoportable y rechazable; o que lo más importante en la vida es ganar dinero y triunfar a toda costa; o que los mayores son trastos viejos y no las raíces de donde han brotado y en las que se sustentan las ramas de los niños y de los jóvenes. La lista se haría casi interminable. Frente a esta situación, los cristianos no podemos plegarnos al ambiente ni huir al desierto. Ni camuflar nuestras convicciones ni desentendernos. Jesucristo ha sido muy claro al señalarnos cuál es nuestro cometido: “Vosotros sois la luz del mundo”. Por eso, nuestra vocación es un don maravilloso. Pero, a la vez, es una gran responsabilidad y una gran tarea. Ciertamente, nada fácil de realizar. Pero ¿qué sería de un mundo del que desaparecieran la luz y el calor del amor y de la verdad?  Por eso, ahora vale la pena, más aún, es apasionante ser un cristiano coherente en las palabras y en la conducta.    

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