Blogia
LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO DE RESURRECCIÓN (4.IV.2010)- Ciclo C

EL TRIUNFO DE LA VIDA SOBRE LA MUERTE

«Resucitó. No está aquí»

_____________________________________________________________

Un padre iba narrando a un hijo pequeño los diversos momentos de la Pasión: la prisión en el huerto, la flagelación, la coronación de espinas... A medida que avanzaba en su narración, veía que el niño se ponía triste y, a la vez, nervioso. En un momento dado, no pudo más y exclamó: «Papá, pero al fin ganó, ¿verdad?» «Sí, al fin, ganó». Al fin resultó que el que fue crucificado, muerto y sepultado el primer Viernes Santo de la historia, volvió a la vida al domingo siguiente. Da fe de ello un montón de gente variopinta: unas mujeres que fueron a embalsamarle y se encontraron con el sepulcro vacío, María Magdalena, Pedro y Juan, los demás apóstoles, los discípulos de Emaús, y «más de quinientos hermanos», según frase lapidaria de san Pablo. No fue una alucinación o una experiencia mística. No. Le vieron, le tocaron, le palparon, hablaron con él. Él, por su  parte, les mostró sus manos y sus pies, habló con ellos, y en una ocasión hasta les preparó un almuerzo con peces recién pescados. ¡Está claro!: la última palabra no la tiene ya la muerte sino la vida. La de Cristo y la de los cristianos. Porque Cristo fue el primero que resucitó, pero no será el único. Quienes creemos en Él, sabemos que su resurrección es la mejor garantía de la nuestra. Él es la Cabeza de un Cuerpo del que nosotros somos miembros. Lo que equivale a decir, que nuestra suerte tiene que ser la suya. Un día, moriremos. Pero la nuestra no será la muerte de un descreído o de un agnóstico. Nuestra muerte será el paso previo para entrar en la vida sempiterna. No es extraño que la Resurrección tenga un papel del todo singular en las verdades de nuestra fe. Gracias a ella, nos distinguimos de todos los demás hombres que siguen a cualquiera de los grandes fundadores religiosos. Nadie cree que después de la muerte viviremos para siempre como lo que realmente somos: como realidad corpóreo-espiritual. Nosotros sí creemos que seremos lo que somos, pero resucitados. Habrá que esperar al fin del mundo para que nuestro cuerpo resucite. Quizás pasen muchos siglos. Poco importa. Lo decisivo es que ese día llegará. ¡Y no pasará!

0 comentarios