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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 6 del Tiempo Ordinario (12.II.2017) - Ciclo A

DOS ASUNTOS DE ACTUALIDAD

“Se dijo, pero Yo os digo”

_____________________El evangelio de este domingo es tan largo, que su mera trascripción ocuparía todo el espacio disponible. Imposible, por tanto, comentarlo en su integridad. Pero esto no impide que nos fijemos en dos cuestiones de máxima actualidad: la  ocasión próxima de pecado y el divorcio. La primera viene expresada en estas palabras: “si tu ojo derecho te hace caer y si tu mano te hace caer”. Es decir, si el ojo o la mano te llevan al pecado. ¿Qué hacer? “Arráncate el ojo y córtate la mano”. Es un modo de hablar figurado. Pero que se entiende bien. Es como decir: aunque te cueste tanto como te costaría cortarte la mano o sacarte el ojo, tienes que hacerlo. ¿Razón? “Porque más te vale quedarte tuerto o cojo que ir con los dos ojos y las dos manos al infierno”. Jesús no exagera. Recordemos el caso de David. David tenía un general excepcional: Urías. Un día, mientras este general peleaba contra los enemigos de su rey, éste vio desde la ventana a su esposa, que era muy guapa y estaba desnuda. Mandó llamarla, se acostó con ella y, cuando volvió Urías de la batalla, le emborrachó para que no fuera a su casa. Más aún, al despedirle, le dio una carta cerrada en la que decía: “Poned a Urías en el lugar más peligroso y dejadle solo”. Así lo hicieron y, como es lógico, Urías murió. Cuando lo supo David, llamó a la esposa de Urías y se casó con ella. La secuencia de estos hechos es terrible pero tiene una lógica irrefutable. Tanta como la que tiene un papel que dice que no quiere quemarse, pero se pone junto a una vela encendida. ¡Cuántos pecados a lo David en la televisión, en las películas y revistas escandalosas, en los orgías sexuales! Con el divorcio ocurre algo parecido. Hoy es moneda corriente. También lo es la corrupción. Pero a nadie se le ocurre decir, como en el caso del divorcio, que está permitida y, menos todavía, que eso es lo progresista. Por eso, las palabras de Jesús vuelven a resonar con la fuerza de la verdad: aunque Moisés permitió el divorcio, “yo os digo: el que se divorcie de su mujer, la induce al adulterio y el que se casa con la divorciada, comete adulterio”. Nunca fue fácil seguir a Jesucristo. Pero compensa.

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