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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 24 del Tiempo Ordinario (16.9.2018) - Ciclo B

TÚ ¿QUIÉN DICES QUE SOY YO?

“El que pierda su vida por Mí, la encontrará”

**** Jesús ha finalizado la primera parte de su ministerio en Galilea. Su éxito ha sido arrollador. Ha hablado como nunca lo había hecho nadie y ha realizado grandes milagros. Pero previendo que el pueblo puede aclamarlo rey, decide retirarse a la región de Cesarea de Filipo, al noreste de Palestina. Mientras camina, se detiene y pregunta a los discípulos: “¿Quién dice la gente que soy Yo?” Ellos le dicen lo que se comenta: para unos eres el Bautista, para otros Elías, para otros un profeta. Las respuestas son elogiosas pero no le dejen satisfecho. Y vuelve a preguntarles, sólo que ahora de modo más personal: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?”. Pedro responde sin titubear: “El Mesías”. Jesús reacciona de modo desconcertante, pues prohíbe decírselo a  nadie. En verdad, conociendo el trasfondo ambiental de esta respuesta, se comprende mejor la prohibición de Jesús. La gente, en efecto, tenía una idea muy equivocada del Mesías. Esperaba que éste fuese un triunfador en clave económica y política, que llenase sus lagares de vino y las paneras de trigo, y les liberase del dominio de Roma. Pero el Mesías que el Padre había enviado estaba en las antípodas: era pobre, sería m humillado y la liberación que realizara sería al precio de dar la vida y de otro tipo: librar a todos los hombres y mujeres del pecado y de la condena eterna. El mismo Pedro participaba de esta idea equivocada del Mesías, porque, cuando Jesús habla claramente de sus sufrimientos, humillaciones y muerte, le recrimina: “Esto no puede ser”. Y obliga a Jesús a darle una de las respuestas más duras de todo el Evangelio: “Apártate de Mí, Satanás. Tú piensas como los hombres, no como Dios”. Jesús sigue presente entre nosotros y ahora es a cada uno de nosotros a quien hace la pregunta: “¿Quién soy Yo para ti?”. De un tiempo a esta parte, esta pregunta viene a mi mente con harta frecuencia, pensando en mí y pensando en ti. También en ti, porque un cristiano tiene que pensar siempre en los otros. Te animo a que personalices el interrogante y te preguntes: ¿Quién es Jesús para mí? De la respuesta depende toda tu existencia.         

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