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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 23 del Tiempo Ordinario (9.9.2018)- Ciclo B

OÍDOS NUEVOS Y BOCA EXPEDITA

“Y comenzó a oír y hablar”

**** Estamos en la Decápolis o tierra de las diez ciudades, al este del lago de Genesaret. Jesús ha dejado atrás el territorio de Tiro y Sidón y se dirige a Galilea. Pero todavía sigue en tierra de paganos. Hasta allí ha llegado la fama de sus milagros. Por eso, unos parientes o amigos de un sordomudo se le llevan para que le cure. Jesús se detiene, les escucha y se dispone a realizar lo que le han pedido. En contra de lo que suele hacer, ahora realiza una serie de gestos: separa al sordomudo de la gente, le mete los dedos en los oídos, le toca la lengua con su saliva, mira con sus ojos al cielo y pronuncia el veredicto: “effethá”, que significa “ábrete”. Y, efectivamente, se abren los oídos del sordo, se desata su lengua y comienza a oír y a hablar. Ya no es un excluido social, incapaz de comunicarse con los demás, sino alguien plenamente integrado. La reacción de la gente es la lógica de quien no tiene prejuicios y está abierto a la verdad, venga de donde venga. Y exclaman: “Todo lo ha hecho  bien. Hace oír a os sordos y hablar a los mudos”. Muchos de nosotros  hemos sido sordomudos; otros, todavía lo son, porque no han recibido el Bautismo. En el Bautismo, en efecto, el mismo Jesús –que es quien realmente bautiza cuando un sacerdote bautiza- nos abrió los oídos del alma y soltó la lengua del espíritu para que tuviéramos capacidad para escuchar la Palabra de Dios y, luego, comunicársela a los demás. ¡Qué gran don el del Bautismo y cuántas gracias debemos dar a Dios por estar bautizados! Este agradecimiento debería llevarnos a hablar de ese don y ayudar a recibirlo a cuantos se crucen en el camino de nuestra vida y no estén bautizados. Sin embargo, muchas veces seguimos con los oídos taponados y, sobre todo, con la boca cerrada. Nos da vergüenza hablar de Jesucristo, invitar a conocerle, decir que somos cristianos, que trabajamos por amor a Dios, que rezamos, que nos confesamos, que vamos a Misa, que esperamos otra vida, y tantas cosas maravillosas. Pidamos hoy al Señor apertura de mente y de corazón para escucharle, valentía para anunciarle y fe para confiar en la fuerza de su Palabra y de su acción.           

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