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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 33 del Tiempo Ordiario (18.XI.2018) - Ciclo B

EL FINAL DEL MUNDO Y DE LA HISTORIA

“Sobre el día y la hora nadie sabe nada”

***** Hasta la liturgia se ha percatado de que estamos al final: final del año litúrgico, final del año civil y final de los días más cortos. Las hojas de los árboles también indican claramente que “esto se acaba”. Este marco impresionante es muy apropiado para hablar del final del mundo y de la historia y, por supuesto, del de quienes hacemos ese mundo y esa historia. La Iglesia, madre y maestra, aprovecha la oportunidad y hace resonar un evangelio sobre el final de nuestra vida y del mundo. Poco antes de hablar de esto, Jesús había pronunciado unas palabras tremendas, que ya se han cumplido y, por tanto, son una profecía para nosotros. Viendo que sus discípulos contemplaban extasiados aquella maravilla del Templo que había construido Herodes el Grande, les dijo: “No quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido”. Nadie podía imaginar que pocos años después el ejército de Roma convertiría aquella mole granítica e impresionante es un montón de escombros. Algo así sucederá con ese otro templo que es el mundo y la historia. Tampoco quedará piedra sobre piedra. Pero éste no será destruido sino trasformado, porque dará paso a “los cielos nuevos y la tierra nueva”, de los que habla el Apocalipsis. El presente de este mundo no es lo último ni su grandiosidad tiene la última palabra. Lo definitivo y la palabra última corresponden a Dios. Al final del mundo, él vendrá a poner las cosas en su sitio, a dictaminar lo que es bueno y malo, a ser Juez Supremo también de los que hoy se tienen por Jueces y Tribunales supremos. La verdad no será la que hayan querido que sea los poderosos de la tierra. La justicia tampoco dependerá de poderes y autoridades.  Dios aparecerá como lo que realmente es: el Señor de todos y de todo. No sabemos cómo ni cuándo hará todo esto. Pero eso es lo menos importante, por más que nuestra curiosidad crea lo contrario. Lo que de verdad importa, sí lo sabemos: este mundo nuestro no es eterno, se acabará como se acaba el año. Y lo que es todavía más importante: que también nosotros tendremos un final. Vivamos de tal modo, que Dios pueda llevarnos en el grupo de los elegidos.       

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