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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 2 del Tiempo Ordinario (20:I.2019) - Ciclo C

EL OTRO GRAN MILAGRO

“Haced lo que él os diga”

**** Estamos en Caná de Galilea, cinco kilómetros al norte de Nazaret. Se celebra una boda, tan populosa como todas las de Oriente. Quizás son parientes de Jesús, porque está invitada su Madre y él se presentará más tarde con sus discípulos. Como buena ama de casa, María se ha percatado de que comienza a faltar el vino. Una boda sin vino, sobre todo en Oriente, más que una boda es un entierro. El día más feliz de estos recién casados, por tanto, puede convertirse en un día de gran bochorno, porque va a volar de boca la malévola cantinela: “Tuvieron que despedir a la gente porque se les acabó el vino”. María es demasiado buena para no hacer lo que esté en sus manos. Con suma discreción pero no menos convicción se acerca a Jesús y le dice: “No tienen vino”. Jesús la da una respuesta sobre la que no he encontrado hasta hoy ninguna explicación convincente: “Mujer, ¿qué tengo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora”. Pienso que el evangelista no pudo trascribir el tono con que fue dicha, que le daba un significado muy distinto. ¿Quién no ha dicho una cosa cariñosa o un piropo con unas palabras aparentemente ofensivas? Algo parecido debió ocurrir aquí. Porque sin solución de continuidad María dice a los criados: “Haced lo que él os diga”. Lo que él les dijo fue algo tan sencillo como esto: “Llenad las tinajas de agua”. Eran seis y medían unos cien litros cada una. Cuando lo hicieron, añadió Jesús: “Llevádselo al metre”. Al probarlo, frunció el ceño y dijo: ¡Cómo es posible que el novio haya dejado para el final este vino! Porque todo el mundo comienza con “un reserva” y, cuando la gente está alegre, da vino “peleón”. Decía esto porque ignoraba lo que había pasado. Tres grandes enseñanzas nos entrega este evangelio: 1ª. Cuando ponemos de nuestra parte lo poco que podemos, Dios hace los mismos milagros. 2ª María no es una pieza de museo, pues donde no está Ella tampoco está Cristo. 3ª. Demos al estilo de Dios: lo mejor y con generosidad. Y no olvidemos que el gran milagro de Cristo es la conversión del vino en su propia Sangre en la Eucaristía. ¡Ése sí que es el verdadero buen vino!   

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