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LITURGIA DEL VATICANO II

Corpus Christi (14. VI. 2020) - ciclo A

LA FUENTE Y EL AGUA

“Esto es mi Cuerpo”

Hoy es el Corpus Christi. La fiesta por excelencia en que proclamamos y adoramos que Jesucristo está entre nosotros, como estuvo con los apóstoles y como está en el Cielo. Lo único que varía es que los apóstoles le veían con los ojos de la cara y nosotros le vemos con los ojos de la fe. Ella nos le descubre detrás del pan y vino consagrados. Jesús había prometido que nos daría a comer su carne y a beber su sangre. No de modo simbólico sino absolutamente verdadero. Muchos se escandalizaron y dijeron que eso era inaudible y desde entonces le abandonaron. Él no dulcificó ni rectificó sus palabras sino que las ratificó: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”. Por eso, cuando cantamos: “Dios está aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor”, confesamos esa verdad. ¡Impresionante! Nada es comparable con ella. Santo Tomás, que tanto sabía de teología eucarística, teórica y práctica, la puso en el centro de todos sacramentos, porque “los demás contienen la gracia, la Eucaristía, en cambio, contiene al autor de la gracia”. No sólo el agua que mana de la fuente sino la fuente misma. Otro gran doctor eucarístico, san Agustín, había dicho siglos antes que este sacramento “no debe dejar de ser adorado por el hecho de haber sido instituido para ser comido”. No tengamos miedo a doblar nuestras rodillas, nuestra inteligencia y nuestra vida entera ante Jesús Eucaristía, como si lo que importase ahora fuese vivir la solidaridad y la caridad. ¡Claro que es preciso vivir la solidaridad y la caridad, ahora todavía con más radicalidad, dado lo que nos ha echado encima y echará cada vez más el coronavirus! Pero, ojo, no olvidemos la fuente de donde mana esa agua social: es Jesús eucaristía, es la Eucaristía vivida en plenitud. Sin esa fuente, no hay agua pura sino gaseosa, en el mejor de los supuestos. Sólo la comunión sacramental con Cristo en la Eucaristía hace realidad la comunión con los hermanos más necesitados, más abandonados, más vulnerados. Ni quitemos ni rebajemos el misterio. ¡Adoremos y comamos dignamente tan inmenso don!         

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