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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 5 de Pascua (19.V.2019) - Ciclo C

LA GRAN REVOLUCIÓN  

“Os doy un mandamiento nuevo”

****“Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Éste es el primer mandamiento. El segundo es éste: Amarás al prójimo como a ti mismo”. Así respondió Jesús al doctor de la Ley que le había preguntado cuál era el primer mandamiento. El mandamiento del amor al prójimo existía, por tanto, desde el Antiguo Testamento. ¿Por qué, entonces, Jesús, en el momento de dejar su testamento a los apóstoles, llama “nuevo” al mandamiento de amarse unos a otros? Lo dice por las palabras que añade: “Amaos como Yo os he amado”. Aquí está la novedad: amarnos unos a otros como él nos ha amado. Ahora que estamos en Pascua tenemos a flor de piel cómo él nos ha amado: como Buen Pastor que ha dado la vida por sus ovejas. Por todas. Por las pobres, como los pastores de Belén, y las ricas, como Zaqueo; por las sabias, como Nicodemo, y por las ignorantes, como las masas que le seguían; por los hombres, como Lázaro, y por las mujeres, como la Samaritana; por los judíos, como Jairo, y por los paganos, como el Centurión. Por todos. Incluso por los enemigos que le crucificaban o el buen ladrón que se arrepentía en la cruz. Ésta la revolución que ha introducido Jesucristo. La verdadera revolución no es la lucha de clases, el odio, los enfrentamientos. La revolución la hará el amor llevado al extremo de dar la vida por los demás. También por los que nos quieren mal y nos persiguen con la lengua o con los hechos. “Mirad cómo se aman”, decían los paganos de los primeros siglos, cuando veían que los ricos se sentaban en la misma mesa que los pobres, que los esclavos participaban en la misma Eucaristía que sus amos y que los ahogados por el mar eran recogidos en las playas y enterrados con piedad, fuesen quienes fuesen. Pero este amor es imposible de vivir con nuestras propias fuerzas. Necesitamos que Jesús nos dé su mismo amor para hacer posible lo imposible. Por eso y para eso comulgamos. Una pregunta es imprescindible: ¿amo yo así a los que viven conmigo, a los que trabajan conmigo, a los que son amigos míos y a los que no me pueden ver?           

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