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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 24 del Tiempo Ordinario (15.9.2019) - Ciclo

LA CORDURA DE VOLVER

“Trátame como a uno de tus criados”

*** El evangelio de hoy es la historia de un chico, rico y mimado, que pensó que, para ser libre y vivir la vida, la casa de su padre era un estorbo. Y se marchó. Eso sí, con los bolsos llenos de dinero. Sin embargo, no tardó en toparse con la realidad y experimentar hasta dónde se llega cuando se vive sin control y se malgasta lo que no se ha ganado. Es la historia del hombre moderno. Éste ha pensado que la libertad autónoma, las ideologías, la técnica, el progreso indefinido, la ciencia y tantas cosas le harían más hombre y le darían la felicidad. Pero a estas alturas del siglo veintiuno ya ha comprobado que el placer sexual, la droga, las  ideologías, el llamado progresismo, la autonomía sin responsabilidad no le han hecho más hombre ni le han llevado a un mundo feliz. Al contrario, le han ido despeñando por una pendiente cada vez más peligrosa y hacia un horizonte en que el que la vida se le hace insoportable. Al comprobar realidades tan desoladoras como una economía al margen de la persona, una carrera armamentística tan absurda que gasta lo que habría que emplear en construir la paz y erradicar el hambre, un afán  de dominio sobre los demás que avasalla a los pobres y a los débiles, percibe con creciente claridad que ese camino no es el correcto. El chico rico y mimado del evangelio cuando advirtió su postración humana, moral y económica tuvo un arranque de sinceridad y humildad y se dijo a sí mismo: “Me he equivocado, volveré a mi casa, pediré perdón a mi padre y le diré que no me reciba como hijo pero que me acoja como un jornalero”. Y lo puso en práctica. No sé si el hombre moderno está dispuesto a hacer este acto de sinceridad y humildad y desandar el camino que emprendió hace algunos siglos. Haría bien en escuchar aquel grito, fruto de una experiencia larga y dolorosa, que el gran sabio y santo Agustín de Hipona dejó en el libro de sus Confesiones: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón no descansará hasta que repose en Ti”. Si lo hace, se encontrará con lo mismo que el chico del evangelio: los brazos de su padre que, además darle un abrazo de amor, le harán feliz.          

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