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LITURGIA DEL VATICANO II

Bautismo de Jesús (12.I.2020)

EL BAUTISMO DE CRISTO Y NUESTRO BAUTISMO

“En Él me complazco”

*** Tres grandes ideas sostienen la trama del evangelio de este domingo: el Bautismo de Jesús en el Jordán, el significado profundo de este gesto y nuestra participación en él. El Bautismo que recibió Jesús de manos Juan no fue un bautismo sacramental como el nuestro. Los que acudían a Juan para bautizarse, reconocían que habían pecado, manifestaban su arrepentimiento, prometían un cambio de vida y él les sumergía en las aguas del río Jordán. Un día Jesús se metió en el agua, se puso en la fila de los pecadores y, llegado su turno, pidió a Juan que le bautizase. La reacción negativa de Juan era del todo lógica. Juan sabía perfectamente que Jesús no era pecador. Más aún, que era el Cordero que quita el pecado del mundo. ¿Podría comportarse con Él como si fuese un pecador más? Juan responde así porque desconoce el sentido verdadero del gesto de Jesús. Está en lo cierto cuando piensa que no es pecador. Pero ignora  que  haciéndose bautizar como un pecador más, Jesús comienza a cargar sobre sus hombros los pecados de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Cuando, al final de su vida, se bautice en su sangre, es decir, muera en la Cruz por los pecados de toda la humanidad, el gesto del bautismo en el Jordán se aclarará de modo pleno. Pues, con esa muerte por los pecadores y por su posterior resurrección, nos ha dado a todos la posibilidad de incorporarnos a su Bautismo, obtener el perdón de nuestros pecados –el heredado de nuestros primeros padres y los personales, en el caso de los adultos- y comenzar una vida nueva. Esto tiene lugar cuando los padres llevan a bautizar a sus hijos, o los hijos, ya desde los siete años, lo piden ellos mismos. Al hacerlo, los padres se convierten en colaboradores de Dios no sólo respecto a la trasmisión de la vida física sino también de la vida espiritual de sus hijos. A la vez se comprometen a desarrollar en ellos las virtudes de la fe, esperanza y caridad, que son las virtudes propias de la vida nueva que trasmite el Bautismo. Sigamos bautizando a nuestros hijos y sigan pidiendo ser bautizados los adultos que todavía no han recibido gracia tan grande.            

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