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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 2 del Tiempo Ordinario (19.I.2020) - Ciclo A

UN CORDERO MUY ESPECIAL

“El que quita el pecado del mundo”

*+ Los oyentes del Bautista conocían bien las ovejas y los corderos. No en vano procedían  de un pueblo de pastores y muchos de ellos todavía ejercían entonces esa profesión. Ese conocimiento no era sólo el biológico. Ellos sabían que cada mañana y cada tarde se ofrecía en el Templo de Jerusalén el sacrificio de un cordero por los pecados del pueblo. Además, cada año celebraban la Pascua, en cuyo centro de hallaba el “Cordero Pascual”, del que todos comían para participar en la gran liberación de la esclavitud egipcia. No ignoraban que ese Cordero y los corderos del sacrificio perpetuo eran previamente degollados. Sangre y cordero eran, por tanto, dos cosas íntimamente unidas. Pero desconocían que tanto el Cordero pascual como los demás corderos ofrecidos en sacrificio, eran sólo sombras, imágenes de otro Cordero y de otra Sangre. Este nuevo Cordero es el que les anuncia Juan cuando ve a Jesús que acaba de bautizarse. “Este el Cordero que quita el pecado del mundo”. Llegará un día en el que este Cordero será degollado y su sangre será entregada por los pecados del mundo, en un acto supremo de amor al Padre y a todos los hombres. No sólo por los pecados de los oyentes de Juan y del Pueblo judío, sino por el mal moral cometido por todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. También de los míos y de los tuyos, que estás leyendo este comentario al evangelio de hoy, segundo domingo del Tiempo Ordinario. Por mucho que el hombre y la mujer actual se empeñen en negar la existencia del pecado, el pecado existe. Basta abrir los ojos y tener un mínimo de sinceridad para llamar a las cosas por su nombre. ¿Es bueno o malo condenar a un inocente? ¿Es bueno o malo amar a los padres? ¿Es bueno o malo ser injusto en los salarios? ¿Es bueno o malo encerrarse en el propio ego, remitiendo a un descomprometido “que cada uno se las arregle como pueda” la miseria y la pobreza de tantos? Jesucristo nos mira con amor a ti y a mí y nos dice: “Yo he dado mi vida por tus pecados: basta que tú la acojas y recibas el bautismo o el segundo bautismo –la Confesión- para que desaparezcan”.              

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