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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 4 de Cuaresma (14.III.2021) - Ciclo B

EL PRECIO DE LA SALVACIÓN

“Dios envió su Hijo para salvar al mundo”

Durante su peregrinaje por el desierto, el pueblo de Dios fue atacado por muchas serpientes venenosas. Quien era mordido, moría. Moisés intercedió por el pueblo y Dios le mandó hacer una serpiente de bronce y colocarla en un mástil. El que la mirara, quedaría curado. Desde que nuestros primeros padres mordieron la manzana del paraíso, queriendo ser igual que Dios, quedaron heridos de muerte y nos pasaron esta herencia a sus descendientes. Dios podía habernos dejado tirados en la cuneta de la vida. Pero reaccionó de una manera mucho más excelente que en el desierto. Porque en otro mástil puso un signo que, al mirarlo, cura nuestros pecados y nos abre las puertas del cielo. Ese signo es su propio Hijo, clavado en la Cruz por nosotros. “Mirad el árbol de la Cruz en que estuvo clavada la salvación de mundo”, cantará gozosa la liturgia del Viernes Santo, cuando el ministro presente la Cruz a los fieles para que la adoren. La cruz, mejor, el Crucificado es el signo supremo del amor que Dios nos tiene. Nos quiere tanto que, en cierto modo, podemos decir que nos quiere más que a su propio Hijo. Porque por amor nuestro entregó a ese Hijo a la muerte. Pero Dios no nos salva sin nosotros y menos todavía contra nosotros. Él nos pide la libertad de mirar a ese Hijo con amor y la libertad de acoger su salvación. No es grande el esfuerzo que nos exige pero es imprescindible. ¿Seremos tan insensatos que lo rechacemos y tan inconscientes que prefiramos nuestros pecados al amor de Dios, que nos ofrece su perdón en la confesión?              

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