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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 16 del Tiempo Ordinario (19.VII.20220) - Ciclo A

BLANCO, NEGRO Y GRIS

“Dejadlos crecer juntos hasta la siega”

Un campo de trigo. Un enemigo que se quiere vengar y siembra cizaña. Unos criados que lo advierten, se lo dicen al dueño y le piden permiso para arrancar la cizaña. Una negativa del dueño del campo y la justificación de la misma: dejadlos que crezcan juntos hasta la siega. Cuando llegue ésta, diré a los segadores que la agavillen y la quemen. Ésta es la síntesis de la parábola del trigo y la cizaña que recoge el evangelio de este domingo. La pregunta es obvia: ¿Qué nos quiere enseñar el Señor cuando nos la propone hoy? Algo muy sencillo pero de excepcional importancia para nuestra vida: que el bien y el mal están mezclados en el mundo y que esa realidad entra en los planes de Dios. O, si se prefiere, que Dios permite que mientras el mundo sea mundo, crezcan juntos los buenos y los malos. Ya llegará el momento en el que cada uno reciba el premio o el castigo que merecen sus obras. ¿Por qué actúa Dios de ese modo? Por dos motivos fundamentales: porque “es paciente y no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y que viva”. Decía san Agustín, comentando esta parábola, que “muchos son primero cizaña y luego se convierten en trigo. Si éstos, cuando son malos no fueran soportados con paciencia, no llegarían al laudable cambio”. Todos tenemos sobrada experiencia de que la gente cambia y que muchas veces ocurre como con el que vino: que mejora con el tiempo. Hay que saber esperar. El labrador está cosechado ahora lo que sembró en octubre o noviembre. Si lo hubiera hecho en mayo, pese a ser una cosecha excelente, no habría recogido nada. Además, hay otra razón importante, que ya señaló Jesús: que si nos precipitamos, podemos arrancar no sólo el mal sino el bien, porque no siempre las cosas son blanco o negro. Tantísimas veces son grises y no es fácil meter el bisturí sin hacer daño. Quizás más daño que el que queríamos evitar. ¿Cruzarse, entonces, de brazos como si nada ocurriere? No. Actuar. Pero como actúa la levadura en la masa: ahogando el mal en abundancia de bien. Lo cual es mucho más eficaz, aunque también mucho más exigente.                     

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