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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 3 de Pascua (14.4.2024) - Ciclo B

EL RESUCITADO NO ES UN MITO

“Soy Yo. Tocad mis manos y mis pies”

Si algo caracteriza a la gente del campo y del mar es su sentido de la realidad. No son Quijotes que llaman gigantes a los molinos de viento sino Sanchos que ven molinos y gigantes a los que son tales. Si pecan de algo es de ser excesivamente realistas. Acostumbrados a ver la tierra y el sol, a tocar los mandos del tractor y de la cosechadora, y a coger entre las manos los nuevos granos de trigo no son proclives a las alucinaciones. A esta clase de hombres pertenecían los apóstoles. Por eso cuando se les hace presente el Resucitado, no piensan de inmediato que el Crucificado ha vuelto a la vida sino que ven un fantasma. Necesitan tocarle, palparle. El Resucitado no se enfada. Con inmenso afecto les dice: tocad mis manos y  mis pies y dadme algo de comer. Ellos le dan un poco de pescado asado y él lo come. En ese momento de comensalidad, como les había sucedido a los dos de Emaús, le reconocen. Luego les explica las Escrituras que habían anunciado su muerte y resurrección. Ahora ya pueden atestiguar que la Resurrección no es una idea, un mito o un invento. Han llegado a ella no como resultado de haber leído las Escrituras sino al revés: han descubierto el sentido de las Escrituras desde el hecho de haber visto, oído y tocado al Resucitado. Ese testimonio está en la base de nuestra fe. Creemos, ciertamente, por gracia. Pero nuestra fe no es bobalicona ni ofuscada. Tiene apoyaturas muy firmes. Esa fe se robustece en la Eucaristía de cada domingo, donde se hace presente el Resucitado y nos explica las Escrituras. Por eso vamos a Misa.          

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