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LITURGIA DEL VATICANO II

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA - CICLO B. 28.XII

EL FARO DE TODAS LAS FAMILIAS


En una ocasión, alguien me hizo notar que un niño es mucho más impotente que un patito y me dio esta sabia explicación: el patito tiene que valerse por sí mismo desde su nacimiento, mientras que un niño nace en la cuna de una familia. Cuando Dios se hizo hombre confirmó esta ley general, como muestra el evangelio de hoy. José y María le llevan al Templo para presentárselo a Dios. Porque, al ser el primogénito, Jesús pertenecía a Dios, según la Ley. San Lucas no dice que fuera rescatado, como debían serlo los primogénitos varones, sino que fue «consagrado». Jesús pertenece a Dios de un modo singular, habida cuenta de que María lo había concebido por obra del Espíritu Santo, no por la acción de san José. El Templo es el lugar de la presencia de Dios en medio de su pueblo. La primera vez en su vida que Jesús va al Templo, va en los brazos de María. Volverá cuando tenga doce años, pero lo hará por su propio pie. Entonces dejará más claro lo que ahora confiesa su Madre: que este hijo no le pertenece a Ella sino a Dios. En el Templo, José y María se encuentran con dos ancianos: Simeón y Ana. Simeón reconoce en aquel Niño al Mesías que él ha esperado durante toda su vida. Y rompe cantar alabanzas a Dios, porque Dios siempre cumple lo que promete: mantiene su palabra y sus promesas. Luego bendice a María y a José, y hace una profecía de enorme calado: Jesús es, ciertamente, el Mesías; pero no se llevará a la gente de calle, sino que unos lo recocerán como Mesías y otros lo rechazarán. Y eso tendrá consecuencias para María. Tantas y tan serias, que una espada –la espada hiere y mata y tiene un carácter hostil con la vida- herirá lo que es el centro de toda su vida: el alma. Las ofensas a Jesús, serán ofensas suyas, y el destino de Jesús será su destino. Ella y Él estarán unidos de modo total y cordial. Desde el Templo vuelven a Nazaret, que será durante muchos años la patria de Jesús. Allí vivirá como uno más. Pero estará redimiendo al mundo. José y María forman una comunión íntima de personas y tienen una única vida, cuyo centro es el Niño y su bien. ¡Qué ejemplo para nuestras familias!

 

 

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