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LITURGIA DEL VATICANO II

SEGUNDO DOMINGO DE NAVIDAD (4 de enero) -Ciclo B

LO QUE PASÓ DESPUÉS

Vino a los suyos y los suyos no le recibieron 


 

Un día, después de haberle contado el Nacimiento de Jesús en Belén, un niño me dijo: «Ahora, cuéntame qué pasó después» Bajé un poco los ojos, me quedé pensativo y añadí: «Bueno, lo que pasó después te lo contaré otro día». Era un modo de autodefenderme de una pregunta sumamente inquietante. Porque «lo que pasó después»  lo cuenta Juan, el evangelista teólogo, sin irse por las ramas: «Vino a los suyos y los suyos no le recibieron». No todos reaccionaron así, porque otros «le recibieron» y él se lo pagó con un regalo inmenso: les hizo hijos de Dios. La respuesta acogida-rechazo ha sido lo ordinario en la historia de los hombres. Y así seguirá siendo mientras los hombres y las mujeres seamos personas libres, capaces de decir «sí» y «no». No resulta sencillo colocar en un lado a los que dicen «sí» y en otro a los que dicen «no», y luego trazar su perfil. De todos modos, en el contexto del Nacimiento de Jesús hay personas que pueden ser paradigmáticas. En aquel momento, le rechazaron los incrédulos y engreídos doctores de la Ley, capaces de describir con pelos y señales dónde había nacido el Mesías, pero incapaces de humillarse ante Dios hecho Niño. Le rechazó también el ambicioso y sanguinario Herodes, incapaz de no politizar incluso lo más sagrado. En cambio, le acogió la «humilde esclava del Señor», María, y el buenazo de san José. Le acogieron los pastores que se llenaron de fe y docilidad al anuncio del ángel y «encontraron a María y al Niño en su regazo». Le acogieron los ancianísimos Simeón y Ana, porque eran creyentes de verdad y habían sabido esperar la hora de Dios. La historia se repite al pie de la letra. Hoy rechazan a Cristo los que creen que lo saben todo, que lo pueden todo, que lo politizan todo, que no ven en los demás personas a quienes servir sino de quienes servirse. Y la siguen acogiendo los humildes, los necesitados de amor y de perdón, los que tienen alma de niño, los que ponen toda su esperanza en Dios y sólo en Dios. Tú y yo, ¿dónde estamos, con quienes nos identificamos, qué respuesta estamos dando en esta Navidad?    

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