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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 23 DEL TIEMPO ORDINARIO (6.IX) - Ciclo B

JESÚS SABE QUERER

«Todo lo ha hecho bien»

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Estamos en la Decápolis, al este del lago de Genesaret, en territorio pagano. Hasta allí ha llegado la fama milagrera de Jesús. Por eso, no dudan en llevarle un enfermo que está sordo y mudo para que le cure. Jesús sabe muy bien que esa persona no puede hablar ni  escuchar, que no puede relacionarse con los de su familia, trabajo y entorno social. No se hace de rogar y le cura. Pero, a diferencia de otras ocasiones, en las ha curado con una palabra, hoy da un rodeo. Toma al sordomudo de la mano, le aparta de la muchedumbre, le pone los dedos en sus orejas y le toca la lengua. El sordomudo puede percatarse de que Jesús no es una máquina de hacer prodigios, sino alguien que le quiere. Enseguida descubrirá la verdad y la hondura de este amor. Porque Jesús no sólo le dio la posibilidad de hablar y oír, sino de hacerlo «correctamente», puntualiza el evangelista. ¡Qué ejemplo para quienes nos llamamos discípulos suyos! En nuestro caminar por la vida nos encontramos con sordos, mudos y toda clase de enfermos y necesitados. Muchas veces, ni siquiera nos damos cuenta de las tragedias que hay a nuestro alrededor. Otras, las más, nos damos cuenta pero nos justificamos con un egoísta y cómodo «no puedo hacer nada» ¡Podemos hacer mucho! Podemos escuchar con interés y afecto. Podemos decir una palabra de consuelo y de ánimo. Podemos hacer esto y aquello. Podemos, sobre todo, querer de verdad a esa persona y rezar por ella. Si tuviéramos verdadero interés por los enfermos del cuerpo y del alma, por los necesitados materiales y espirituales, por los pobres en la variada gama de carencias efectivas y afectivas4, volveríamos a causar el mismo asombro que Jesús y serían incontables los que descubrirían o redescubrirían la fe cristiana. No es imprescindible que eliminemos la enfermedad y el dolor. Jesús no curó a todos los enfermos ni acabó con todas las necesidades. Pero su obrar hizo cercano el rostro y el reino de Dios y demostró, de una vez por todas, que Él quiere para los hombres la salud, la posibilidad de comunión y la vida plenamente realizada.  

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