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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 29 DEL TIEMPO ORDINARIO (18.X) - Ciclo B

LO QUE VA DE «SERVIR» A «SEGUIR»

«No sabéis lo que pedís»

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Seguimos en el camino de Jerusalén, hacia donde Jesús se encamina acompañado de los Doce Apóstoles. En la cabeza del grupo van el mismo Jesús, junto con Santiago y Juan, que quieren hacerle esta importante petición: «Concédenos sentarnos en tu gloria el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». O, lo que es lo mismo, ocupar los dos primeros puestos en su reino. Oyendo esta petición, se comprende bien que Santiago y Juan eran  muy ambiciosos y con ganas de sobresalir. La verdad es no se diferenciaban mucho del resto, porque cuando los demás lo oyeron, «se indignaron contra Santiago y Juan», porque también ellos tenían las mismas aspiraciones. Jesús volvió a explicarles una lección que les costaba entender: «El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor y el que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos». Jesús no hace teorías, sino que les traduce en una frase su modo de comportarse: siendo el más grande, porque es Dios, se ha hecho servidor de todos, entregando su propia vida para librarnos a todos de la esclavitud del pecado y de la muerte. El Padre había hecho depender de ese servicio la salvación de los hombres. Jesús lo realizó con absoluta perfección, pues entregó su vida sin reservarse nada. Gracias a ese supremo servicio, alcanzó la suprema grandeza, porque, de hecho, el Padre aceptó el servicio de su vida y salvó a todos los hombres de la esclavitud del pecado y de la muerte. Los discípulos de Jesús tenemos hoy una gran misión que cumplir: liberar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo de la triple ambición del poder, del poseer y del disfrutar, que les tiene esclavizados en el  pecado, les ha robado la alegría y está poniendo en serio riesgo su salvación eterna. Pero no tenemos más camino que el de «dar la vida», entregarnos con generosidad y alegría, hacernos grandes por el servicio con obras. Si lo hacemos, la cosecha será espléndida. Pero si preferimos la comodidad, la ambición y el  brillo personal, la esterilidad está asegurada. Lo que está en juego entre nuestro «servir» con obras y de verdad a los hombres y «seguir» a Cristo es nuestra salvación y la de los demás.  

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