Blogia
LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 30 DEL TIEMPO ORDINARIO (25.X) -Ciclo B

¿PUEDES ASEGURAR QUE NO ESTÁS CIEGO?

«Señor, que vea»

_____________________________________________________________________________

Estamos a las afueras de Jericó. Jesús va hacia Jerusalén, acompañado de una gran muchedumbre. A la vera del camino está sentado un hombre para el que no sale ni se pone nunca el sol. No puede ver a nadie ni trabajar y depende de la compasión del prójimo. Se llama Bartimeo, está ciego. Su puesto de trabajo está junto al camino, en espera de que los peregrinos que suben a la Ciudad Santa le den una limosna. Sin embargo, gracias a sus oídos, puede hacerse cargo de lo que acontece a su alrededor y saber que Jesús de Nazaret está pasando por allí. En otras ocasiones le han contado que Jesús hace milagros y quiere a los pobres. Y él, que está acostumbrado a gritar para pedir limosna, grita con todas sus fuerzas para que Jesús pueda oírle: «Hijo de David, ten compasión de mí; Hijo de David, ten compasión de mí» Los que van delante y están más cerca, no tienen compasión y le regañan. Nunca faltan personas que no tienen simpatía por los niños, por los impedidos y por los mendigos. Pero el ciego no se deja intimidar y grita con más fuerza: «Hijo de David, ten compasión de mí» La llamada del ciego llega hasta Jesús. Él no tiene entrañas duras sino rebosantes de misericordia; y manda venir al ciego. Jesús y el ciego entablan un diálogo lleno de veracidad y de ternura. Jesús le dice: «¿Qué quieres que haga contigo?» ¡Qué puede pedir un ciego sino la vista de la que está privado¡ Por eso, responde al instante y con vivacidad: «¡Señor, que vea!» Jesús no se hace de rogar y le cura de inmediato. ¡¡Si tú y yo tuviéramos una pizca de la fe-confianza de este maravilloso ciego!! El problema no son nuestros problemas materiales y espirituales. El problema somos nosotros que no tenemos fe. Nosotros estamos tan ciegos como Bartimeo, porque no vemos las cosas más fundamentales y primarias de la vida y de los hombres. Pero no tenemos la confianza y la fe que él tenía en Jesús. ¿No te  parece que deberíamos pedir a Bartimeo la limosna de sus palabras y de su confianza para repetir muchas veces, hoy y durante esta semana, «¡Señor, que vea!?»        

0 comentarios