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LITURGIA DEL VATICANO II

SANTIAGO, APÓSTOL (25.VII.2010) - Ciclo C

LA HORA DE LA FIDELIDAD

“¿Podéis beber mi cáliz?”

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“Será una bandera discutida”, profetizó Simeón a María cuando ésta presentó a Jesús en el Templo. No se equivocó. Porque Jesús, desde los primeros compases de su ministerio, contó con el entusiasmo creciente de la gente sencilla y la oposición de los “sabios y entendidos” fariseos y dirigentes del pueblo. La ola de la persecución fue en un crescendo incesante, hasta que le anegó en la muerte de la Cruz. Cuando el Padre le presentó en el Jordán como su Hijo amado y su Enviado, puso en sus manos un cáliz de dolor para que lo fuera bebiendo por amor a los hombres hasta apurar la última gota en su crucifixión. Él mismo habló de ese cáliz en más de una ocasión. “Si es posible, pase de Mí, este cáliz”, dijo en el Huerto de los Olivos, refiriéndose a su Pasión. Pero ya antes había hablado de él, como aparece en el evangelio de este domingo, día de Santiago. Cuando los dos hijos del Zebedeo le piden estar a su derecha y a su izquierda en su reino, les contesta: “¿Podéis beber el cáliz que Yo he de beber?”. Que era tanto como decirles: “¿Estáis dispuestos a participar en el misterio de mi muerte, y dar la vida por Mí?” No podía ser de otra manera, porque Él “no vino para ser servido sino para servir y entregar la vida en rescate por todos”. Y el discípulo, sobre todo si pertenece al grupo de los predilectos, no puede recorrer un camino distinto. Es posible que nosotros no tengamos las mismas pretensiones que los hijos del Zebedeo, aunque, a veces, incluso les dejamos cortos. Sea como fuere, Jesucristo se acerca a nosotros, hombres y mujeres de este comienzo de siglo en Europa, y nos dice: “Ahora que está de moda perseguir a mis discípulos, sobre todo, con las armas del desprecio, de la calumnia y del ridículo, ¿estáis dispuestos a beber el cáliz de la fidelidad y ser mis testigos en medio de esta generación incrédula y hedonista? Pienso que nuestra respuesta tendrá la misma decisión y convicción que la de Santiago y Juan: “Sí, estamos dispuestos”. ¡Felices de nosotros! Porque es mucho más gratificante ser fieles entre persecuciones que traidores entre aplausos mentirosos y cómplices.

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