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LITURGIA DEL VATICANO II

QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (6.II.2011) - Ciclo A

NI ANÓNIMOS NI

CAMUFLADOS. COHERENTES

«Alumbre vuestra luz a los hombres»

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«Vosotros la luz del mundo. Vosotros sois la sal de la tierra» Esta es la misión de los cristianos en el mundo. Siempre y en todas las circunstancias. Luz para iluminar situaciones y ambientes ciegos y opacos a la verdad y al bien. Sal para mezclarse con los demás, pero sin dejar de ser sal que da sabor y preserva de la corrupción. La tarea no es fácil. Porque el cristiano coherente produce reacciones negativas y tantas veces conflictivas y la tentación de ocultarse, de renegar de la propia identidad o de encerrarse en capillitas salta de inmediato. Jesús ha sido muy claro: sus discípulos han de hacerse visibles ante los demás. Renunciar a la visibilidad, nunca es un motivo sino sólo una excusa. Los discípulos que se camuflan y se esconden no cumplen su misión de ser luz. Lo mismo les ocurre a los que renuncian a su identidad y se convierten en sal sin sabor, acomodando su vida al ambiente en que se mueven. A veces, la presión puede ser muy grande y puede costar mucho esfuerzo resistirla. Esto tiene hoy una vigencia inusitada. En un mundo en el que son moneda corriente y habitual la injusticia, el odio, la mentira, el enfrentamiento entre los que piensan de modo distinto, las perversiones morales de todo tipo, el mal uso generalizado del matrimonio, las relaciones extraconyugales, el divorcio, el aborto, la infidelidad a la palabra dada y al compromiso asumido, y tantas cosas, ser coherente en el decir y en el obrar es difícil y arriesgado. Hasta el punto de que puede costarnos el legítimo ascenso en la escala social en que nos movamos y hasta el mismo puesto de trabajo. Dejarse llevar por lo que todos dicen y todos hacen es lo cómodo. Pero el que no nade contracorriente, será arrastrado por las aguas de la cobardía y de la insatisfacción. Ser luz y ser sal tiene un coste, pero tiene también un premio: el de la conciencia tranquila porque ha obrado con rectitud. ¿Qué mejor premio que llevar la luz de la verdad y del amor a los ambientes carcomidos por la mentira y el odio? ¿Qué cosa más gratificante que vivir de tal modo que los demás se sientan atraídos a dejar el fango y la corrupción?             

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