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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO (13.II.2011) - Ciclo A

EXIGENCIAS DEL

SEGUIMIENTO DE JESÚS

«Habéis oído que se dijo. Pero Yo os digo»

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Tres son las cuestiones que plantea el largo evangelio de este domingo: el comportamiento con el prójimo, el trato a la propia mujer y a la del prójimo y la radicalidad con que hay que huir de las ocasiones que nos llevan al pecado. Respecto al prójimo, además de ratificar el mandamiento del Antiguo Testamento: «No matarás», determina cómo hemos de comportarnos cuando surgen conflictos: el conflicto no debe envenenar el corazón ni debe conducir al envenenamiento de la comunidad. Que no es una recomendación optativa sino un comportamiento vinculante, se hace patente con la mención de los tribunales que deben ocuparse de la falta: el tribunal local, el más alto tribunal terreno y el juicio último de Dios. No sólo cuando se llega al homicidio, sino mucho antes hay que poner todo el empeño para evitar la acción mala, el corazón malo y la palabra mala. Los conflictos y tensiones de ningún modo  pueden debilitar el amor hacia el prójimo. Respecto al comportamiento con la mujer propia y la del prójimo, el criterio que estable Jesús no puede ser más claro: el poder decisivo en este campo no lo tienen las fuerzas naturales e instintivas del deseo y del placer sexual. No se puede buscar el placer sexual con la mujer de otro. Este deber no sólo comprende las acciones sino incluso los deseos. No sólo el placer sexual sino los deseos sexuales han de ser dominados. Finalmente, respecto a la huida de las ocasiones de pecado, Jesús emplea unas frases muy fuertes que, sin necesidad de tomarlas al pie de la letra, no dejan la menor duda sobre cómo proceder: «Si tu ojo se hace caer, arráncatelo», «si tu mano te hace caer, córtatela». Por no hacer caso a estas instrucciones de Jesús, cuántas personas –incluso consagradas- se han ido a pique; cuántos matrimonios se han destrozado; cuántos crímenes –pasionales y personales- se han perpetrado; cuántos pecados se han cometido y se siguen cometiendo! Si arrimamos fuego a la paja, se quema por más que proteste que no quiere quemarse; si nos metemos en el peligro, caeremos, quizás no a la primera, pero caeremos.           

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