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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 20 DEL TIEMPO ORDINARIO (14.VIII.2011) - Ciclo A

LO QUE PUEDE UNA MADRE

«Que se haga como deseas»

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Estamos en la región de Tiro y Sidón, al noroeste de Galilea, sobre la ribera del Mediterráneo. Es tierra de paganos  y, para los judíos, tierra «manchada y que mancha» a quien la pisa. Jesús no ha hecho caso de esto y ha venido aquí. Una madre se ha acercado hasta él para hacer lo que hacen siempre las madres: pedir la curación de su hija que está muy enferma. Al contrario de lo que ha hecho en otras ocasiones, Jesús se hace sordo a la súplica ardiente de esta buena mujer. Su corazón, siempre misericordioso y compasivo, hoy parece duro y bronco. Ello no obsta para que la madre siga insistiendo: «ten compasión de mi hija, cúrala». Jesús se hace de rogar y sigue su camino. La mujer tampoco abandona el suyo: «Ten compasión de mí». Los discípulos no aguantan más. No sabemos si es porque les molesta los gritos de la mujer o porque no entienden la actitud de su Maestro. «Atiéndela», le dicen. Jesús se detiene, mira a la mujer y le da esta contestación: «No he sido enviado sino a las ovejas de Israel» Ella –¡lo que es el amor de las madres!- aprovecha esta parada, se coloca delante de Jesús, se pone de rodillas y vuelve a implorar ayuda para su hija. Jesús le vuelve a dirigir la palabra, pero para decirle: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos» La mujer no se siente ofendida. Acepta la comparación, pero se sirve de ella para replicar a Jesús que el hecho de que haya sido enviado a su pueblo de Israel, no impide que ayude a una mujer pagana: «También los perrillos –dice- comen las migajas que caen de la mesa de sus amos» Jesús –que desde el principio quería atender su petición-, se rinde y le dice una alabanza que ya querría yo que dijesen de mí: «Mujer, qué grande es tu fe. No la he encontrado tan grande en Israel. Que se haga lo que quieres» «Y en aquel instante quedó curada su hija», concluye el evangelio. Sólo se me ocurre este comentario: si hubiese muchas madres, muchos sacerdotes, muchos religiosos, muchos cristianos con la misma fe que esta mujer, no pasaría lo que está pasando. Por eso, les invito a decir conmigo: «Señor, creo, pero aumenta mi fe». 

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