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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 32 del Tiempo Ordinario (10.XI.2019) - Ciclo C

EL PRODUCTO EXCLUSIVO DE LOS CRISTIANOS

“Los saduceos niegan la resurrección”

*** Cuando el cristianismo se presentó en sociedad, la gente enterraba a sus difuntos en un lugar que llamaban “necrópolis”, término que significa “ciudad de los muertos”. A los cristianos les faltó tiempo para cambiar ese nombre por otro que, a un profano, podría parecerle inocuo pero que llevaba una enorme carga teológica. El nuevo nombre era “cementerio”, cuyo significado es “dormitorio”. Y dormitorio no es el lugar donde reposan los que nunca volverán a ver la luz del día sino donde descansan quienes al día siguiente se levantarán con una vida renovada para proseguir el trabajo, el deporte o cualquiera otra actividad. Los cristianos seremos más o menos inteligentes que los demás, podremos resolver los problemas mejor o peor que los que no lo son, trabajaremos con mayor o menor eficacia que otros. Pero hay algo que nadie más que nosotros puede ofrecer con garantía. Ese “algo” es lo que hoy aparece en el evangelio: la “resurrección de los muertos”. Resucitar quiere decir que moriremos como todos, porque es la soldada obligada del pecado original. Pero esa muerte es un sueño, más o menos largo, pero sueño del que despertaremos al final de los tiempos. Entonces vendrá Jesucristo en nuestra búsqueda para llevar a plenitud la semilla que depositó en el Bautismo y alimentó con su Cuerpo y Sangre cada vez que le recibimos en la Eucaristía. Sólo por eso, vale la pena ser cristiano. Nadie puede ofrecer ese producto. Porque sólo Jesucristo, que ha muerto y resucitado verdaderamente, puede comunicarnos su resurrección. Así como sólo la vid puede hacer que sus sarmientos se apropien de su fuerza y produzcan racimos de uvas, sólo el que esté injertado en la resurrección de Jesucristo puede participar de su vida y nunca más volver a morir. Muchos saduceos de hoy se ríen de esto como se rieron de Jesús los de su tiempo y los atenienses de san Pablo. Lo siento por ellos. Porque ¿hay algo que valga más la pena que saber que la muerte no es el final sino la última etapa de esta tierra y la llave que nos introduce en la vida eterna? ¿Qué es más hermoso, despedirnos con un “hasta luego” o “hasta nunca?      

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