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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 25 DEL TIEMPO ORDINARIO (18.IX.2011) -Ciclo A

NO ES CUESTIÓN DE

PRESTACIÓN Y SALARIOS

«Ve tú también a mi viña»

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El evangelio de este domingo se presta a ser mal interpretado y crear falsos problemas. Presenta, en efecto, el caso de un patrono que sale a contratar obreros par la vendimia a primera hora del día, a media mañana y al atardecer. Al llegar el momento de pagar el jornal, paga lo mismo al que ha trabajado doce horas que al que ha trabajado una hora. Ello provoca malestar en los que han aguantado el peso del día y del calor, pues se sienten tratados injustamente respecto a los que apenas han hecho nada. Planteadas así las cosas, puede dar lugar a problemas. ¿Sería justo Dios si da la misma recompensa al que le sirve con amor y fidelidad durante toda la vida y al que, después de haber vivido de espaldas a él, se arrepiente en el mismo momento de la muerte? Pero  Jesús no quería afrontar la relación entre el trabajo prestado (obras) y el salario que merece (justicia). Lo que Jesús quería enseñar era esto: Dios llamó al pueblo de Israel a primera hora y llamó a los gentiles a última hora; a unos y a otros les ofertó su salvación; pero no lo hizo por los méritos que ellos podían esgrimir sino porque él es infinitamente bueno y quiere que todos los hombres se salven. Tanto los judíos como los gentiles eran pecadores y necesitaban la salvación. Dios se la ofertó, primero a unos y luego a otros, pero siempre por su bondad y misericordia. Puestas así las cosas, se entiende bien que todos los que van a trabajar a la viña, es decir, todos los que aceptan la salvación de Dios, reciben de Dios dicha salvación, pero no por justicia sino por misericordia. Ahora bien, la parábola de hoy no puede aislarse del resto de la enseñanza de Jesús. Y, según esta enseñanza, es evidente que Dios no trata de la misma manera a la Madre Teresa de Calcuta y a Juan Pablo II, que a un corrupto y mujeriego, que se arrepiente en el último momento. De todos modos, nunca podemos olvidar que “todo es gracia”, que nadie puede mover un dedo en el orden sobrenatural si Dios no le auxilia. Y en este supuesto ¿quién soy yo para juzgar el comportamiento de Dios con éste o con aquel otro?              

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