Blogia
LITURGIA DEL VATICANO II

ASCENSIÓN DEL SEÑOR (20.V.2012) - Ciclo B

LA HEREDAD DE LOS

CRISTIANOS

«Después de hablarles, ascendió al Cielo»

___________________________________________________

«Id al mundo entero y predicad el evangelio. El que creyere y se bautizare, se salvará; y el que se resista a creer, será condenado». Este es el último y solemne mandato que Jesús da a sus Apóstoles en el momento de ascender al Cielo. No les envió a ellos ni a sus sucesores, los obispos, a construir fábricas, levantar hospitales, abrir escuelas y tantas otras cosas buenas y necesarias para los hombres. Les envió decir a los hombres que Él es su Salvador y que no hay ningún otro que pueda salvarles. Los Apóstoles lo entendieron muy bien ya desde el primer momento, cuando se vieron urgidos por los cristianos de origen helenista, quejosos del trato discriminatorio que recibían sus viudas en sus necesidades materiales. Su respuesta fue la elección de otras personas que atendieran «el servicio de las mesas», porque ellos tenían que dedicarse «a la predicación y a la oración». Quienes tienen que hacer fábricas, construir hospitales, abrir colegios, crear puestos de trabajo y resolver tantos y tantos problemas humanos son los seglares. Pero los seglares cristianos no han de hacer todas esas como si no hubieran recibido el bautismo y no participaran en la misión de Jesucristo. Precisamente, han de hacerlo harán como consecuencia de sentirse implicados en esa misión evangelizadora. Ellos, en efecto, están en medio del mundo, en el corazón de todas las actividades nobles de los hombres;  y es ahí y desde ahí como anuncian a Jesucristo. Un médico cristiano, un arquitecto, un empleado de banca, un labrador, un dependiente de comercio, un profesor de universidad, un peón de albañil, etcétera anuncian a Jesucristo cuando son buenos profesionales, buenas personas y buenos discípulos del que concibió su vida como un acto permanente de servicio. En un mundo corroído por la idolatría del dinero, del placer, del poder y de la buena vida, urge que haya personas honradas, trabajadoras, desprendidas, sacrificadas e imbuidas del espíritu cristiano en todas y cada una de las profesiones honestas del mundo para que resuene la buena nueva del Evangelio. Sin ellas, no habrá nueva evangelización. 

0 comentarios