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LITURGIA DEL VATICANO II

PENTECOSTÉS (27.V.2012) - Ciclo B

¿QUIÉN CAMBIARÁ EL MUNDO?

«Recibid el Espíritu Santo»

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Se llama Lilian y es chilena. Ha sido profesora de matemáticas y durante muchos años creció en un ambiente ateo. Atea era ella, ateo era su marido y ateas eran las personas que formaban su círculo. El Che Guevara era su modelo y su líder. Era una activista muy comprometida. A la vez, sentía una profunda insatisfacción, un gran desencanto y un vacío existencial. Llegaba a casa muy enfadada. Su matrimonio pudo naufragar en más de un momento. Un día entra en un oratorio. De repente siente la presencia de Dios y una voz interior que le dice: arrodíllate. Esa misma voz interior le hace descubrir que es hija de Dios y que los demás también son hijos de Dios. Y se convierte. No fue fácil, porque cambiar radicalmente cuando se tiene 47 años no es fácil. Hoy es una verdadera cristiana y un gran apóstol. ¿Quién ha hecho ese milagro?, porque es un gran milagro. En un testimonio que ella misma ha colgado en la red, lo dice con toda claridad: «Lo que me cambia es cuando me di cuenta de que era hija de Dios» Pero ¿quién le hizo descubrir esa maravilla de la que era portadora desde el mismo momento de su bautismo? El Espíritu Santo. Hoy, día de Pentecostés, es el día en que los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo. También a ellos les cambió completamente la vida. Eran cobardes y les hizo intrépidos, eran cortos de mira y les abrió un horizonte universal, eran ignorantes y les dio el don de lenguas, estaban llenos de aspiraciones humanas y les hizo generosos y espirituales, no soñaban más allá de Palestina y les lanzó al mundo entero. Pentecostés no es un acontecimiento propio de una época de oro de la historia de la Iglesia o un hecho puntual. No. Sigue suscitando carismas, movimientos, instituciones, conversiones, vocaciones, deseos de entrega, afán de almas, anhelos de ganar el mundo para Cristo. Tú y yo podemos ser los agraciados de tantos dones. También del de Lilian, la profesora de matemáticas atea y conversa. Basta que le invoquemos, que secundemos sus inspiraciones. Repite conmigo:¡Espíritu Santo, ven!.         

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