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LITURGIA DEL VATICANO II

CORPUS CHRISTI (10.VI.2012) - Ciclo B

 

LA MAYOR COMUNIÓN

PERSONAL

«Tomad y comed, esto es mi Cuerpo»

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Estamos en la Última Cena. Jesús y sus discípulos han venido a Jerusalén para celebrar, como los demás judíos, la Cena Pascual. Jesús hace de cabeza de familia. Por eso, al principio de la cena, toma el pan ácimo en sus manos, lo parte y lo reparte entre los apóstoles. Terminada la cena, hace también lo que hacía el Paterfamilias: ante el tercer cáliz pronuncia una bendición larga y solemne. Pero esto no es lo decisivo. Lo realmente importante es lo que dice cuando parte el pan y bendice el vino: «Tomad y comed, esto es mi cuerpo», «Tomad y bebed, esto es mi sangre». Para Jesús, como para todo judío, cuerpo y sangre indican la persona en tu totalidad. Lo que Él les  ofrece para que lo coman y lo beban es su propia Persona, Él mismo. Más de una vez he visto a una madre estrechar contra su pecho a su pequeñín y comerle a besos. Si le fuera posible, le comería realmente, para unirse con él en una comunión insuperable de personas. Las madres no pueden lograrlo, pero Jesús sí. Al comerle y beberle en la comunión sacramental, entre Él y cada comulgante se realiza una comunión personal inigualable e insuperable. Al comulgar no comulgamos pan y vino sino a Cristo mismo como Persona viva. Hay como una fusión de dos personas en una: Él se hace algo de nosotros y nosotros nos hacemos algo de Él. En cierto sentido Él se trasforma en nosotros y nosotros nos trasformamos en Él. En una ocasión había dicho: «No os dejará huérfanos». Y en otra: «Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo». La Eucaristía es la prueba del siete de estas maravillosas promesas. Gracias a Ella no es un sueño ni una utopía hacernos contemporáneos de Jesús y tener la posibilidad de hablar con Él, contarle nuestras cosas, abrirle el corazón, pedir su ayuda y su perdón y, sobre todo, ¡comerle! Sí, comer todos el mismo Cristo y así lograr la otra maravilla: que en Él nos comulguemos, nos unamos, trasformemos el «muchos» en «uno». El Cuerpo eucarístico de Cristo posibilita y realiza el Cuerpo eclesial. Gracias a ello es posible hacernos y vivir como hermanos.      

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