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LITURGIA DEL VATICANO II

Natividad de san Juan Bautista (24. VI.2012).

SE LLAMARÁ JUAN

«¿Qué va a ser de este niño?»

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La liturgia no celebra el día del nacimiento de los santos sino el de su muerte, pues la muerte abre las puertas a una vida que no terminará nunca. Pero tiene dos excepciones: la Santísima Virgen y san Juan Bautista. La explicación es obvia: María y Juan tienen una singular vinculación con Jesús y ocupan un lugar excepcional en el plan salvador de Dios. Juan fue santificado cuando todavía estaba en el seno de su madre Isabel. María fue el medio del que se sirvió Dios para realizar este gran prodigio. También lo fue para que se encontraran frente a frente, a pesar de ser no-natos, el Mesías y el pregonero del Mesías. Su padre se quedó mudo, cuando dudó del mensaje del ángel, que le dijo que iba a ser padre; y los meses de esa mudez concluyeron con algo excepcional: Zacarías se llenó del Espíritu Santo y prorrumpió en alabanzas por las maravillas que Yahvé había realizado en el pasado y continuaría realizando en el futuro. Nacido el niño y llegado el día de su circuncisión y de ponerle nombre, en lugar de llamarle Zacarías, como lo pedía la costumbre, se llamó Juan. Realmente. No les faltaba razón a sus vecinos para preguntarse: «¿Qué va a ser de este niño?». Con todo, donde más patente queda la grandeza e importancia de Juan es en la valoración que Jesús hace de él y de su bautismo. Su testimonio no puede ser más explícito ni más elogioso: «es más que un profeta» y «más grande que todos los nacidos hasta ahora». Los profetas habían tenido la misión de reconducir a Israel a los caminos que había marcado la Ley del Sinaí y prepararse a recibir al futuro Mesías. Juan, en cambio, tiene la misión de anunciarlo ya presente. Su acogida y fama fue tal, que pudo hacerse pasar por el Mesías. Pero prefirió la verdad a la vanagloria: «Yo no soy el Mesías», yo soy una voz: la que anuncia que el Mesías ha entrado en la historia y hay que ir a buscarle y a seguirle. Juan fue grande no sólo porque su misión fue excepcional sino porque la cumplió a la perfección ¡Ojalá que, al final de nuestra vida, quienes nos conocen puedan decir: ha hecho fielmente lo que tenía que hacer. Auque no haya sido de relumbrón.

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